06 octubre 2012

Odós Filopappou

Siempre he dicho que Atenas no es una ciudad fácil para el visitante, cuánto menos si éste desconoce la lengua local; que es una ciudad que hay que querer querer, cuya historia, sobre todo la más reciente, es preciso saber para poder entenderla; que basta con rascar un poquito más allá del paquete turístico y la manida ruta arqueológica para descubrir y apreciar sus encantos sutiles y dejarse embelesar por ellos. 

Esto andaba pensando una tarde-noche hace unas semanas, mientras recorría las callejuelas intrincadas entre Monastiraki y Kukaki. Sentía que la ciudad me volvía a dar la razón y entonces, entre la neblina que sigue a una débil tormenta de verano y la nebulosa narcoléptica del masivo éxodo urbano, surgió ante mis pies la desierta calle Filopappou...



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