20 mayo 2010

La vida sigue (igual)

Atenas vuelve a paralizarse un día más por una nueva huelga generaloide. Y digo generaloide porque, si bien es cierto que hoy el país funciona a medio gas, el hecho es que sigue funcionando. La gran diferencia entre una huelga general en España y en Grecia (además de que a los españoles sólo parece movilizarnos un atentado o una ley antibotellón) es que aquí sólo la cumple a rajatabla el sector público. Las calles de Kukaki tenían hoy un ligero aire ocioso, más perezoso que festivo, pues el tráfico era pausado y agradable y aunque se notaba que había más gente disfrutando del buen tiempo en las terrazas de las cafeterías, todos los comercios y supermercados estaban abiertos.

Han pasado exactamente 15 días desde aquella otra manifestación teñida de humo y sangre, cuyas imágenes dieron la vuelta al mundo y aunque en el imaginario colectivo universal haya quedado la impresión de que la ciudad sigue en llamas (inciso: ardieron "solo" dos edificios en una ciudad de casi cinco millones de habitantes), la realidad es bien diferente. El griego medio hace frente como puede a la nueva situación económica, pero sigue viviendo, trabajando y disfrutando de un país que, aunque en apuros, sigue ofreciendo los frutos de tradiciones milenarias que, junto a sus miserias, compartimos todos los pueblos mediterráneos.

Anteayer un amigo me regaló el programa del Festival de verano de Atenas, que arranca el primero de junio con espectáculos que van desde Shakespeare a Tennessee Williams, del jazz al fado, de la fotografía al montaje audiovisual en quince recintos en Atenas y alrededores. Como colofón, Sófocles y Aristófanes (pero también un Cavafis musicalizado) en el Antiguo Teatro de Epidauro, de más de dos mil años de antigüedad. La economía son ciclos. Como la vida misma.

07 mayo 2010

Días históricos

Dakrygónα llaman los griegos a los gases lacrimógenos. Anoche cuando volvía del trabajo los respiré por primera vez, aunque afortunadamente se trataba sólo de los restos después de una nueva batalla campal en los alrededores del Parlamento: un cosquilleo que te sube por el tabique nasal, un ligero escozor de ojos... En las calles, de nuevo, papeleras arrancadas de cuajo, piedras y objetos varios esparcidos por todas partes y las céntricas y ruidosas avenidas completamente desiertas. Sólo había policía. Mucha policía. Como si hubieran declarado el toque de queda. "Vivimos días históricos", me dice una alumna, y lo cierto es que esta calma tensa, esta rarísima quietud en plena plaza de Síndagma, centro neurálgico del país, plaza que nunca duerme, con sus quioscos abiertos 24 horas, sus decenas de taxis haciendo guardia noche y día, lejos de tranquilizarte, te activa la adrenalina, te pone en estado de alerta... Como cuando se retira la marea justo antes del tsunami.

04 mayo 2010

Ante todo, salud

Se lo escuché ayer tarde camino del trabajo a un grupo de ancianos que se despedían así en la céntrica calle Vukurestíu, que en apenas doscientos metros concentra lujosas firmas como Prada, Louis Vuitton y Rolex. Eran tres viejecillos en total y por lo poco que pude escuchar de pasada me dio la impresión de que se despedían hasta el año que viene, como si fueran antiguos compañeros de universidad que se reúnen periódicamente desde hace cincuenta años...

Lo cierto es que me enterneció esta escena, especialmente en unos días en los que nadie en Grecia ni en el resto de Europa parece hablar de otra cosa que no sea  economía. Al ver despedirse a este grupito de ancianos en aquella calle del lujo en medio de un país que se precipita al abismo financiero con ese deseo (ingenuo, sí, pero sin duda también esencial), pensé qué no habrán vivido estos hombres otrora fuertes y sanos y ahora consumidos por el tiempo: probablemente fueran unos niños cuando los nazis ocuparon Grecia y en la colina de la Acrópolis ondeó la bandera con la cruz gamada; seguramente recordarán la guerra civil que sucedió a la Ocupación y los años de misera y hambre que después llevarían a la mitad de la población a emigrar a la capital; podrían contarnos cómo vivieron el golpe de Estado de abril de 1967 y la matanza del Politécnico años más tarde, que puso fin a la Dictadura de los Coroneles... Esta gente, hecha sin duda de otra pasta, no se amedrenta fácilmente por los titulares alarmistas y tendenciosos de los medios, porque quizás lo que se avecina no les parece nada comparado con las calamidades que han venido sufriendo a lo largo de sus vidas.

Se acercan años difíciles. Nadie lo niega, pero de momento la vida sigue en Grecia, como en cualquier otra parte del mundo. La gente se despierta cada mañana deseando que la jornada laboral le sea llevadera, los estudiantes van a sus clases cargados con sus libros y cuadernos, preocupados más por ese proyecto que tienen que entregar que por los spreads, el FMI y los bonos basura... La gente sigue enamorándose, yendo al teatro o al cine, riéndose con sus amigos, indignándose con los vertidos de crudo al mar, pidiendo por algún familiar enfermo mientras encienden velas en las minúsculas iglesias bizantinas, yéndose al campo a coger flores como manda la tradición el Primero de Mayo, desesperándose porque no termina de llegar el autobús, haciendo el amor...


 La vida sigue aquí, pese al apocalipsis mediático, más o menos como en Múnich o en Burgos, siempre y cuando no le fallen a uno las fuerzas... Así que, como ya nos tienen dicho, deseémonos, ante todo, mucha salud para vivir y superar otros tantos cataclismos financieros.

Vista de Atenas desde la Colina del Filopapo el 1º de Mayo. El reguero de humo proviene de algunos contenedores que quemaron los de siempre (antisistema). Esto es lo que yo "sufro" de los altercados con que se inician los telediarios...