Una mujer apasionante

Artemisa Scumburdis (Άρτεμις Σκουμπουρδή) es una de esas personas inspiradoras que uno se sigue encontrando de forma totalmente inesperada en medio de la decadencia y la miseria espiritual en la que está sumida esta tierra. Llevo semanas, meses, queriendo dedicarle unas líneas, por la labor humanística que realiza como voluntaria del Centro Cultural del Ayuntamiento de Atenas.

Artemisa es guía turística de profesión, aunque la primera vez que la escuché hablar, en una conferencia sobre la arquitectura neoclásica de Atenas, creí que era profesora universitaria; tal es su nivel, ya no referido únicamente a los conocimientos sobre su área de especialización, sino también al exquisito lenguaje que maneja con la precisión y la elegancia de un jugador de esgrima y su humor, ingenioso y fresco, con la dosis justa de corrosivo para eliminar la placa esclerótica de estupez que a menudo recubre el cerebro humano.

Son varias las guías turísticas que, en colaboración con el Ayuntamiento y de forma totalmente altruista, dedican un día de su semana durante todo el invierno a guiar a los atenienses por museos, monumentos y barrios de interés histórico y cultural. Gracias a ellas visité el Parque Arqueológico de la Academia de Platón, me recorrí las iglesias bizantinas de la ciudad, conocí la Acrópolis desde otro punto de vista... Sin embargo, Scumburdis es, con diferencia, mi preferida (y algo me dice, por la afluencia cada vez mayor de público en sus recorridos, que mi caso no es aislado). Hay algo en esta mujer que desde el primer día me fascinó: quizá fuera su porte aristocrático y su ingente acervo cultural, propio de un catedrático, combinados con su humildad y su don de comunicación y transmisión del conocimiento. ¡Cuánto deberían aprender de ella la mitad de esos gallitos de facultad a los que tanto gusta pavonearse en sus endogámicos corrales...!

El lunes por la tarde tenía una cita con Artemisa, esta vez en el barrio más pintoresco de la ciudad, la turística (por suerte y por desgracia, a partes iguales) Plaka. Por cuestiones de agenda me fue imposible llegar a mi hora, así que cuando me presenté en la plaza de la iglesia bizantina de Santa Catalina, el grupo multitudinario ya rebosaba por doquier. La voz de Artemisa, afinada y melódica como de costumbre, resonaba en aquel rincón recoleto del barrio, pero ni rastro de sus plateados cabellos. ¡Cuál no fue mi sorpresa cuando, al desintegrarse el grupo para dirigirse hacia la próxima escala del recorrido la vi avanzar en silla de ruedas con una pierna escayolada! No sé qué percance sufriría (supongo que algún tropiezo o resbalón), pero fuera lo que fuera, no debió de amedrentar a esta ilustre señora que no quiso faltar a su cita con sus conciudadanos por amor a la historia de esta ciudad.

Los que conozcan Atenas sabrán que Plaka, como es de esperar, no es precisamente un barrio accesible, pero esto no fue óbice para que nuestra guía, ayudada siempre por su solícito público, se dejara rodar por cuestas y callejuelas hasta llegar al desconocido Museo de la Universidad de Atenas, en la calle más alta del barrio, lejos de los ruidos de la urbe moderna, a cuyas espaldas brota imponente la milenaria Roca Sagrada, la Acrópolis.

Artemisa Scumburdis, tras graduarse en la Escuela de Guías Turísticos (una prestigiosa y estricta institución en Grecia), estudió Historia del Arte en Madrid y, entre sus muchos libros publicados sobre Atenas y su legado histórico-artístico, figura uno en nuestro idioma, Atenas, una ciudad mágica. Aunque aún no he tenido la oportunidad de hojearlo, si, como sospecho, sus páginas reflejan la mitad del entusiasmo que esta apasionante señora irradia por la ciudad de Atenea en cada uno de sus recorridos, no puedo dejar de recomendarlo, especialmente a quienes este verano tengan pensado dejarse caer por aquí.