10 mayo 2013

Y al tercer día resucitó...

Tres días, tres, he necesitado para recuperarme de los excesos de la Pascua griega. Los fastos que aquí se organizan nada tienen que ver con los del resto de confesiones cristianas. El sábado poco antes de la medianoche las inmediaciones de todas las iglesias del país estaban a rebosar de gente que acudía a escuchar la buena nueva de boca del sacerdote (Jristós anesti!, ¡Cristo ha resucitado!) y a recibir la "luz sagrada" recién traída de Jerusalén con honores de Estado (como lo oyen).



Personalmente, hubo cosas que me gustaron mucho de esta gran celebración que se alarga casi tres días y otras que no me gustaron tanto. Aun a riesgo de disgustar a los creyentes ortodoxos, he de decir que el espectáculo de la "sagrada luz" me dejó cuando menos perplejo. Según el mito ortodoxo, el Sábado Santo el Patriarca griego entra a la (supuesta) tumba de Jesucristo, en el interior de la Basílica del Sagrado Sepulcro en Jerusalén, completamente solo, con un cirio en la mano y desprovisto de cualquier otro objeto. En el interior de la cripta, por arte de magia, la Divina Providencia le concede la "luz sagrada", que no es ni más ni menos que Cristo resucitado. A continuación, el Patriarca reparte la luz al resto de patriarcas ortodoxos (ruso, armenio, etc.) y a los fieles que se reúnen en el interior de la basílica para presenciar el "milagro". A partir de ese momento, comienza la carrera contrarreloj para que la Luz llegue a tiempo a Atenas, a Moscú y a otras capitales ortodoxas, pues esa misma noche, en la Vigilia Pascual, la llama que el cura repartirá entre los fieles no será otra que esa luz sacra que milagrosamente Dios ha concedido en exclusiva al patriarca griego... Y aquí viene la primera gran paradoja: independientemente de la creencia (o credulidad) de cada cual, ¿es posible que el dios cristiano, el dios del amor, el que reconoce a todos (fieles o no) como hijos suyos sin distinción, dé la "luz sacra" únicamente al Patriarca heleno? ¿Qué discriminación divina es esa hacia los ortodoxos de otras nacionalidades (ya no hablemos de los católicos, demonizados por los ortodoxos más ídem)? ¿Tiene el Creador debilidad por los griegos? Antes siquiera de intentar buscar una explicación racional a esta milagrosa ignición (basta una consulta rápida a la Wikipedia en inglés para informarse sobre las diversas teorías), lo primero que me chocó fue eso. ¿Por qué Dios quiere más a los griegos que al resto de ortodoxos o al resto de cristianos? Está claro que, a poco que lo piense uno, sea o no creyente, este milagro para público selecto cae por su propio peso. 




Esta es la parte más oscura de la Pascua griega, la que recuerda tiempos pretéritos, donde la religión era una potente herramienta de control y represión de las masas (no es que ahora no lo sea) y casus belli por antonomasia, en nombre de la cual se han derramado ríos de sangre desde tiempos inmemoriales. Que nadie me malinterprete: respeto y admiro la tradición de la Luz Sagrada traída de Jerusalén y su propagación de vela en vela en todas las parroquias de Grecia la medianoche del sábado. Algo similar hacen los católicos y, como símbolo de vida y de purificación, me parece un acto solemne y hermoso; pero sin olvidar que esa lucecita que va de vela en vela no es más que eso, un símbolo, una llama cualquiera que cobra un significado especial y honroso esa noche, porque así lo desean los que participan en esa ceremonia. De ahí a creer que verdaderamente ese fuego viene dado de la mano de Dios (repito, en exclusiva a los creyentes griegos y no a otros) y que sea recibida por las Autoridades, el ejército y demás familia, dista un océano. Es como si los griegos se  creyeran el pueblo elegido, como los judíos. Un sinsentido.

Fieles a las puertas de la Pantánasa, en Monastiraki

En el barullo de la Vigilia Pascual, cuando la gente se arremolinaba para encender sus velas con este fuego sacro, pude ver conatos de fanatismo en los ojos de algunos (¡de verdad creen que es milagroso!, pensaba atónito) y mucho fervor descarriado... Entonces volví a sentir algo que hacía tiempo que no sentía en esta tierra, ese shock cultural, ese golpe de efecto que te hace por un momento ver las cosas desde fuera, como mero espectador y no como figurante. En ese momento volví a comprobar que Grecia está aún muy lejos de ser un Estado moderno, donde la Iglesia y el Estado son dos entidades independientes, donde las creencias (o no creencias) de cada cual a nadie importan... Pensaba en todo esto en mitad de una batalla campal de petardos, bajo un cielo resplandeciente de fuegos, estos sí, artificiales... Lo más parecido a la mascletàs valencianas que se puede apreciar en esta tierra.

Evidentemente, todo esto son impresiones personales (no soy objetivo ni lo pretendo) y reflexiones derivadas de comentarios y reacciones que pude presenciar esos días. Afortunadamente, no todos los griegos son creyentes ni todos los creyentes creen todo lo que la curia les dice... Como sucede con las procesiones de Semana Santa, la gente aquí acude a la Vigilia cirio en mano más por tradición que por convicción. La Pascua aquí también se ha convertido en folclore. Me centraré ahora en las cosas buenas de estos días de celebración. En el post anterior ya comenté algunas de las tradiciones de la Semana Santa. El día de la Pascua, pues, es la culminación del proceso y una explosión de júbilo se extiende en todos los rincones del país: las calles huelen a churrasco y las familias reunidas bailan al son de los clarines, el instrumento popular por excelencia, que resuenan por doquier. No hay casa en Grecia donde no se choquen los huevos cocidos y pintados, tradicionalmente de rojo, hoy día de todos los colores, el Jueves Santo (gana el que conserve la cáscara de su huevo indemne). El cordero, previamente vaciado, se asa lentamente en el espetón, junto al kokoretsi, hecho de entrañas, que son los manjares por antonomasia de estas fiestas.

Cordero y kokoretsi... a fuego lento

El ambiente familiar recuerda a la Navidad española, pero con más sol y más calor, claro está. Los teléfonos no paran de sonar y son muchos los que hacen ronda de casa en casa, de familiares y amigos, para felicitar la Pascua y, cómo no, chocar huevos y comer carne o tsureki, el tradicional bizcocho que en estas fiestas adquiere especial relevancia (especialmente delicioso es el tsureki con nueces, tradicional de los griegos pónticos).

Desayuno pascual: café griego, huevos duros y tsureki póntico de nueces

 La fiesta no termina el domingo, obviamente. El Lunes de Pascua, obligado día de resaca, festivo en todo el país, sirve para terminar todas las sobras, que no son pocas... Como ven, toda una bacanal no apta para vegetarianos.

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