Días de sol

Con la llegada de la primavera, una Atenas engalanada con árboles en flor y perfumada de azahar reúne a grupos de amigos que, a pesar de las circunstancias, deciden rendir tributo al sol, en la infinidad de terrazas de bares y tabernas que salpican la ciudad. Me uno yo también a este deshielo anímico tras un largo y crudo invierno y me reencuentro con personas que, por los azares de la vida urbana moderna, acentuados por la desgana derivada de esta crisis, llevaba meses sin ver. Cada una de ellas arrastra a la mesa del café su propio testimonio de cómo ha cambiado su vida en el último año.

Atenas en flor

Año tras año me pilla desprevenido, como si fuera la primera vez, y éste no ha sido una excepción. Después de uno de los inviernos más largos y fríos de los últimos años, resulta casi milagroso ver cómo de entre el asfalto y el hormigón, el mármol y la piedra añeja, rebrota de pronto la naturaleza en forma de flores de colores, árboles frutales y hojas de verde intenso. Y cuando el sol empieza a ocultarse lentamente tras el monte Egáleo, las calles de la ciudad rezuman de nuevo azahar. Es el ciclo de las estaciones, la ley de la Naturaleza; esa que ninguna crisis financiera ni mnimonio alguno podrá quebrantar jamás. Amén.