El miedo al miedo

Historias de miedo y paranoia de un país en bancarrota.
Artículo de Kostas Vaxevanis en el núm. 281 de la revista Lifo (16/2/12).
Traducción: Miguelάκος. Versión original aquí.


"El Banos" era uno de esos personajes emblemáticos de mi pueblo. Alto y flaco, solía ir en camiseta, incluso en invierno, y con un pañuelo en la cabeza, de esos que los agricultores decían llevar para el sol o el frío, pero lo usaban para todo tipo de usos imaginables. El Banos no tenía especial relación con el trabajo; era un funambulista en la delgada línea que separa la libertad absoluta de la vagancia.

Pero ante todo, el Banos tenía sentido de la Patria. En su camino hacia la "libertad" de la patria, se pasaba de vez en cuando por el cuartel de policía del pueblo para chivarse de lo que hacían los de izquierdas. Alguna vez, en el café, los "enemigos de la patria" y del mismo le preguntaban, medio en serio, medio en broma:

-Tú, Banos, que eres un hombre pobre, ¿qué relación tienes con el capital? ¿Por qué los apoyas? ¿Qué te han hecho los de izquierdas?
El Banos, torpón para todo lo demás, para eso tenía respuesta:
-Los comunistas nos quitarán a nuestras mujeres.
-Tú, Banos, no tienes mujer. ¿Qué miedo tienes?
-Nos quitarán las tierras.
 -Pero tú tampoco tienes tierras, eres un desgraciadico.
El Banos no respondía. Simplemente tenía miedo de los comunistas, incluso de aquellos del pueblo que le procuraban el jornal y estaban mejor acomodados que él; le quitarían algo, aunque no tuviera nada. 

La persona y la argumentación del Banos me vinieron a la cabeza cuando, hablando con una amiga sobre el miedo a la bancarrota, le decía que la mayoría de los economistas de prestigio mundial, incluidos dos premios Nobel, estaban a favor de la suspensión de pagos de la deuda por parte de Grecia. Que eso que llaman bancarrota, evocando imágenes de hombres arruinados y pobreza, no se aplica a los Estados. La "bancarrota de los Estados" es la deicsión de dejar de pagar a sus prestamistas. Además, cuando un Estado declara suspensión de pagos no significa que no tenga dinero para abastecerse de sus propios impuestos e ingresos, sino que sencillamente decide no dárselos a sus prestamistas. También le explicaba que los mismos economistas afirmaban que los recortes de los rescates conllevaban recesión. La gente no tiene para comprar, el mercado no se mueve, la economía se desploma, los préstamos no se devuelven, los bancos no tienen liquidez, el desempleo aumenta y las arcas se vacían debido a los subsidios de desempleo, el Estado permanece en quiebra, ya que la deuda no puede cubrirse, la delincuencia aumenta, así como la reacción social, y al final todo se derrumba. Y evidentemente le dije que los préstamos no asegurarán dinero para que vivamos, sino para que se paguen los intereses de las deudas antiguas y se cubran los agujeros de los bancos, que quieren salvarse de nuevo mediante el miedo a un posible derrumbe.

Me escuchaba con interés, haciendo preguntas. Al final me preguntó: "Pero, ¿hay posibilidad de que se pierdan nuestros depósitos bancarios?". Le pregunté si ella misma o algún conocido suyo tenía depósitos y si creía que los seguirá teniendo dentro de un año con tantos recortes. "No, pero tengo miedo", respondió. Mi amiga tenía el miedo del Banos. Tenía miedo de algo que quizá no tuviera fundamento, que no había procesado de forma lógica y no sabía qué era. A pesar de todo, tenía miedo. Para ser exactos, tenía miedo precisamente por eso.

El miedo es el dispositivo de control remoto de los hombres. Puedes programarlos, dirigirlos, destruirlos. Puedes invertir su propio razomiento lógico, convirtiéndolos en animales que rebufan con angustia ante el peligro desconocido. Los hombres tienen miedo a la muerte porque es un estado que no conocen. Así se limitan a ahuyentar su miedo a través de promesas metafísicas que describen otra vida. En la sociedad no sucede nada diferente. El que siembra el miedo puede convencer a quien lo siente con la promesa, aunque sea absurda, de que puede terminar con la angustia. El miedo activa el primitivo instinto de supervivencia. El hombre está programado para reaccionar biológicamente ante el miedo. No es necesario que exista una causa real o lógica. Dentro del cerebro humano, la amígdala es la responsable de la reacción al miedo. Es más, los estímulos externos llegan primero a la amígdala y después a la corteza cerebral. Así, primero experimentamos el miedo y después hacemos procesos lógicos sobre este sentimiento. Esta sencilla explicación científica es la que convierte el miedo en la más útil herramienta de manipulación de masas a través de la propaganda. El fascismo, la Guerra Fría, la lucha contra el terrorismo, resultaron efectivos y se impusieron estimulando simplemente la amígdala humana. Ni la noble grandeza del amor consiguió superar la efectividad del miedo. Por eso hasta las mismas religiones necesitaron, además del amor de Dios, provocar el miedo a su castigo. A través del miedo Grecia ha pasado a una de las situaciones que marcan su historia. La aceptación de los rescates. Inlcuso si no te molestas en comprender qué significa eso, eres consciente de cómo surgió. 

El mismísimo Primer Ministro del país habló de "bancarrota desordenada" (término que no existe, simplemente dos palabras negativas que levantan fácilmente el miedo), el peligro de aislamiento (discutible también), inseguridad de los depósitos. El Primer Ministro no dijo, claro está, que dentro de poco, a causa de la recesión, no habrá depósitos que perderse, porque se habrán sacado todos.
Para que este miedo permanezca, no son necesarios argumentos lógicos, pero se necesita mucho esfuerzo para disiparlo. Pensad si os dijo alguien que es imposible que salgamos del euro. O que el euro peligra en general como resultado de una unión artifical de Estados. O que la Unión Europea se desintegrará, como dicen los economistas, junto con sus bancos y tal vez también los EEUU, si Grecia declara la suspensión de pagos. No lo han dicho. Cuanto más indefinido es el miedo, tanto más eficaz. Los hombres pueden tener miedo de todo. Incluso tienen miedo de no tener miedo. Al menos el Banos no tenía televisión.