24 diciembre 2011

La última Navidad

Nunca he comprendido a aquellas personas que están en contra de la Navidad. Para los cristianos convencidos, ésta sigue siendo una fiesta cargada de un significado profundo. Por otra parte, para aquellos que han abandonado el cristianismo convencional para abrazar el consumismo como único bastión en una vida sin dimensión metafísica es la época perfecta para lanzarse sin rémoras a un consumo desaforado. Para los que viven lejos de su tierra es una garantía de reencuentro y para los que tienen niños a su alrededor, una oportunidad única de revivir la inocencia y la emotividad de la infancia.

19 diciembre 2011

Al pan, pan... y a los higos, higos

Grafiti en la pared de una casa abandonada en el centro.
Una de las enseñanzas que más recuerdo de mi entrañable profesora de Filosofía de COU es la de la idea de progreso unida a la posibilidad de regreso. Dicho de otro modo, que no siempre el progreso es bueno, que a veces se dan pasos en falso en nombre de un supuesto progreso que en verdad no es tal. Tras dos años viviendo en el extranjero, me viene este planteamiento filosófico a la memoria de vez en cuando, al conocer ciertas noticias o nuevas tendencias de la madre patria. Una de las cosas que observo con mayor preocupación es la propagación y posterior implantación de esa moralina de lo "políticamente correcto" importada de EE.UU., a menudo aplicada a los fenómenos equivocados. Ejemplo: como no fumador, pero ante todo como ciudadano con conciencia cívica, me alegra muchísimo ver cómo se ha implantado la ley anti-tabaco en los bares y restaurantes españoles (en Grecia, la causa está más que perdida). Sin embargo, no puedo evitar sentir estupor y un poquito de vergüenza ajena, al leer noticias como la que publicaba hace unos días El País sobre la condena a la TVG gallega porque en una escena de una serie había una máquina de tabaco con un reclamo publicitario. Entiendo que hacer publicidad subliminal del tabaco a estas alturas sea inapropiado y, sí, reprobable. Lo que me preocupa es la parte de la sentencia en que se afirma que la presencia de esa máquina era innecesaria para recrear el interior de un bar.

15 diciembre 2011

Miradas al suelo

Esta mañana en la línea 1 del metro, entre las estaciones Syntagma y Panepistimio.
De entre la multitud de cabezas atestadas se alza una voz masculina. Buenos días, señoras y señores... En seguida queda claro que no se trata del revisor. Se percibe cierta desesperación camuflada. Hace unos días estuve en el pograma de televisión "Merece la pena"... Parte de su plegaria se pierde, quizá por una mala proyección de la voz, quizá porque las cabezas que pueblan el vagón obstaculizan su nítida propagación. La plática continúa, Tengo un hijo ciego y está enfermo..., pero rápido queda amortiguada por el ensordecedor chirrido de las ruedas metálicas sobre la vía, que termina por silenciarla. Miro a mi alrededor y solo veo cabezas gachas y cuerpos vueltos hacia las puertas del vagón. Sobre las negras ventanas se refleja una multitud de rostros, todos ellos con la mirada fija en el suelo. El tren se aproxima a la estación y reduce progresivamente la velocidad... Muchas gracias y felices fiestas... Segundos antes de que suene la señal de apertura de puertas, una voz femenina desde atrás me despierta del trance: 

¿Va a bajar? 
, respondo firme y seco, aún absorto, sin tan siquiera girarme.

07 diciembre 2011

Del éxodo y el abandono

Hace unos días, con motivo de su cumpleaños y aun a riesgo de que la factura del móvil se disparara como suelen hacer los spreads de un tiempo a esta parte, decidí llamar a una amiga de mi tierra y felicitarla de viva voz, ya que hacía tiempo que no teníamos noticias el uno del otro. Tras los saludos y la felicitación de rigor, la pregunta del millón no tardó en llegar: ¿Hasta cuándo tienes pensado quedarte? Es lógico que mi amiga me haga esta pregunta, en vista de la situación inestable y del panorama nada halagüeño que se presenta, pero no puedo evitar que se me encoja un poquito el corazón. En esta temporada de éxodos e inmigración económica, me resulta cada vez más difícil justificar (incluso a mí mismo) mi firme determinación a permanecer en Atenas, cuando cada vez más jóvenes griegos y españoles están marchándose en pos de un futuro mejor, que no parecen encontrar en sus patrias. Se me encoge el corazón porque la respuesta desnuda, despojada de los envoltorios de los no pocos motivos (ciertos, pero secundarios) que aduzco es que siento que mi sitio, para bien o para mal, sigue estando aquí. No pongo en duda que los éxodos, entendidos como la migración (forzosa o autoimpuesta) a otro lugar en busca  de prosperidad pueden ser beneficiosos, pero en el fondo no dejan de ser una tragedia. En mi caso particular, considero que una huida preventiva de Atenas sería, además, un éxodo espiritual, mucho más duro que el terrenal y, en combinación con este, difícilmente soportable.