25 agosto 2016

Entre dos tierras

Traducción del artículo publicado en el blog de la revista electrónica deBóp. Versión original aquí.


Atenas la conocía solo como turista, y además de paso, que es como decir que no la conocía en absoluto: un paseo por los sitios arqueológicos, una comida en alguna taberna de Plaka y, cómo no, Omonia, porque el albergue u hostal donde solía parar quedaba siempre por allí cerca. Por aquel entonces era un joven estudiante sin un duro que los veranos venía becado a Salónica para hacer cursos de griego moderno, que había empezado a estudiar en la universidad. Así pues, Atenas no era más que un parada intermedia que hacía las veces de intercambiador para llegar a mi destino.

Esto cambió el verano de 2009, cuando recibí una beca para realizar una estancia en Atenas, como parte de mi tesis doctoral sobre traducción. Al principio la ciudad me decepcionó, lo reconozco. Yo ya conocía las virtudes del país, así que básicamente me quedaban por descubrir los defectos, esas cosas del día a día que te exasperan en cualquier ciudad del mundo. Es evidente que Atenas no es una ciudad fácil para el que viene de fuera, pero una vez te adaptas a ella, cuanto más la conoces, más la quieres.


 Cuando estaba buscando piso, llevaba un pequeño mapa turístico, de esos que dan en los hoteles, y me propuse que mi nueva casa tenía que aparecer en ese mapita. Soy de los que opinan que el centro de una ciudad es lo que le da carácter y empaque. Hay una expresión griega que dice que "Atenas es el anillo" (entiéndase el dactilios, anillo de restricción de circulación de vehículos en el centro, dentro del cual los días pares sólo circulan los coches con matrícula par y viceversa)... yo suscribo el dicho y además mi casa está justo en una de las entradas del dactilios... No digo que no haya distritos interesantes fuera del centro, pero el área metropolitana es más o menos igual en todas las ciudades; en cambio, Monastiraki, Licabeto y Partenón sólo hay en Atenas. Y así es como llegué a Koukaki ·1. Entonces lo único que me interesaba es que tenía boca de metro y buenas comunicaciones en general, no conocía el barrio. Después fui descubriéndolo poco a poco y me enamoré. No me puedo imaginar viviendo en ninguna otra zona de Atenas.

Koukaki, como toda Atenas, está lleno de contrastes. En la franja inferior está la avenida Singrú ·2 con el tráfico, los bares de dudosa reputación, los pocos travestis que han quedado y que recuerdan épocas pasadas, más sórdidas... En la franja superior, conforme asciendes hacia la colina del Filopapo, te encuentras con las casas neoclásicas, los naranjos y la tranquilidad absoluta. Pero aun en mitad del ruido y la fealdad de Singrú, te encuentras bellos lugares, llenos de encanto, como la confitería de Konstantinidis, el cine Mikrokosmos y un poco más abajo, el flamante Centro Cultural de la Fundación Onassis ·3


Mi sitio favorito en Koukaki es la calle Olympiou, aunque ahora se ha puesto de moda y a veces me agobia. Un café por la mañana en la terraza de To Kouki ·4 cuando hace bueno, una copa en el parquecillo a la luz de los farolillos de To Potami ·5 y, cómo no, mi adorado Bel Ray ·6, una de las últimas incorporaciones, con su enorme vitrina esquinera y su decoración industrial. También me gusta mucho pasear por las calles que suben a la colina (Orlof, Zaharitsa...), aunque la más bonita para mí es la calle Filopappou, flanqueada por preciosas casas neoclásicas.


A menudo me dicen que vine a Grecia en el peor momento. Admito que todo habría sido diferente si hubiera venido diez años antes... No obstante, considero que he logrado conocer a fondo este país porque lo he vivido en un período muy difícil. Esta Grecia de la crisis me ha enseñado muchísimas cosas, he madurado con sus penurias, y en cierto modo fue la antesala de la crisis de otros países europeos, incluida España. Con todo, prefiero esta Grecia, la encuentro más auténtica que la cultura de la apariencia y el "postureo" que imperaba en este país en los "buenos" tiempos.

Para mí Grecia no es solo un país donde decidí vivir durante una temporada; la considero mi patria adoptiva. Evidentemente hay muchas cosas que no me gustan y a menudo soy muy crítico, meto mucha caña. Pero cuando estoy en España, no doy mi brazo a torcer y defiendo a Grecia y a los griegos con uñas y dientes, no por "fanatismo", sino porque conozco bien este país, lo siento como propio, y cuando conoces muy bien a alguien las cosas son mucho más complejas de lo que parecen desde fuera. Desde hace años vengo plasmando esta visión de Atenas y Grecia en general en mi blog personal, dirigido principalmente a hispanohablantes.


Me gusta comparar Atenas con una vieja dama que aunque haya perdido su brillo sigue manteniendo el encanto y la delicadeza. Por otra parte, su patrimonio es tan inmenso y valioso que es casi inabarcable, máxime cuando su vida no ha sido fácil y ha sufrido repetidas veces maltratos y atropellos. Creo que lo mismo se podría decir del pueblo griego, en cierta medida. Descender de hombres tan brillantes por un lado te hace sentir orgulloso, pero por otro es una maldición. ¿Cómo estar a la altura de los antiguos griegos? Sencillamente, es imposible.

Desde hace un par de años me reparto entre Grecia y España por motivos laborales. Dicen que no puedes tener los pies en dos barcas, sin embargo, de momento lo estoy consiguiendo sin problemas. Es más, considero que mi hogar está aquí, en Koukaki. Es algo esquizofrénico repartirse entre dos países. Aun así, me siento afortunado de poder hacerlo y, sobre todo, de poder sentir de verdad que pertenezco a dos países, que tengo dos patrias donde me espera gente que me quiere y que al llegar a cualquiera de las dos puedo decir, con todo lo que conlleva, "ya estoy en casa".