09 julio 2019

Aires de (des)cambio

El domingo, 7 de julio, los griegos volvieron a las urnas (por enésima vez en la última década) para elegir gobierno. La cita estaba prevista para principios de otoño, pero el ya ex presidente Tsipras decidió adelantarla, tras el batacazo de su partido en las elecciones europeas y municipales (también en Grecia) del pasado mayo. "Parece que esté deseando perder", me comentaba una amiga por teléfono hace un par de semanas. Todo el mundo anticipaba la victoria de Nueva Democracia, el tradicional partido del centro-derecha griego, liderado por otro Mitsotakis.


A los no familiarizados con la política griega el nombre del nuevo primer ministro, Kyriacos Mitsotakis, les debe de sonar realmente extraño (me dio la impresión que hasta en las noticias les costaba decirlo del tirón), pero en Grecia todo el mundo conoce de sobre al "pequeño" Culis (y así lo llaman muchos, recortando el ya diminutivo Kiriaculis), pues forma parte de una de las tres grandes dinastías políticas griegas (junto con los Papandréu y los Caramanlís): su padre, Constandinos Mitsotakis, primer ministro en los noventa era, también, sobrino-nieto de Elefcerios Veniselos, uno de los grandes líderes del país (estuvo al frente del gobierno hasta siete veces), y que da nombre al aeropuerto de Atenas. Su hermana, Dora Bakoyanni, fue alcaldesa de Atenas durante los Juegos Olímpicos de 2004 (cargo que ostenta ahora su hijo Costas Bakoyannis) y ministra de Cultura en el gobierno de su padre. El propio Kiriacos ocupó una cartera en el fugaz gobierno de Andonis Samarás (de apenas un año) justo antes de que Tsipras ganara las elecciones.

Así las cosas, el "cambio" por el que ha optado la ciudadanía griega parece quedar en entredicho. Para una gran parte de la población las políticas izquierdistas del gobierno de Tsipras no pasaron de las palabras, a pesar de remontar ligeramente la economía y sumar varios hitos como la aprobación de una ley igualitaria de parejas de hecho, el supuesto final del memorándum o el acuerdo polémico con la ya oficialmente Macedonia del Norte sobre su denominación. Eso por esto que más que de cambio podríamos hablar de "restauración"; parece que aupar de nuevo al poder al partido que, junto con el extinto PASOK, es responsable de la deriva griega en las últimas décadas vaya a cambiar mucho las cosas. El mero hecho de que el primer ministro sea, de nuevo, un Mitsotakis ya dice mucho de lo poco renovadas que están las aguas del panorama político. 

Cierto es que la formación y experiencia de Culis supera en mucho a la de Tsipras, que ha tenido que cargar, como tantos miembros de su gobierno, con el sambenito de "advenedizo", pero yo no puedo dejar de acordarme de Yorgos Papandréu II, vástago de otra de las grandes dinastías griegas, con una brillante formación académica en EEUU que de poco sirvió a la hora de llevar al país a la ruina. Los paralelismos están ahí y las comparaciones son inevitables. Tsipras prometió un cambio radical, una redención que nunca llegó. Quién sabe, puede que este Mitsotakis, que promete revertir ese "cambio" (que en verdad, nunca sucedió) llegue a conseguir algo. De momento, la gran noticia es que Aurora Dorada desaparece del Parlamento y no creo que nadie les eche de menos.