04 mayo 2010

Ante todo, salud

Se lo escuché ayer tarde camino del trabajo a un grupo de ancianos que se despedían así en la céntrica calle Vukurestíu, que en apenas doscientos metros concentra lujosas firmas como Prada, Louis Vuitton y Rolex. Eran tres viejecillos en total y por lo poco que pude escuchar de pasada me dio la impresión de que se despedían hasta el año que viene, como si fueran antiguos compañeros de universidad que se reúnen periódicamente desde hace cincuenta años...

Lo cierto es que me enterneció esta escena, especialmente en unos días en los que nadie en Grecia ni en el resto de Europa parece hablar de otra cosa que no sea  economía. Al ver despedirse a este grupito de ancianos en aquella calle del lujo en medio de un país que se precipita al abismo financiero con ese deseo (ingenuo, sí, pero sin duda también esencial), pensé qué no habrán vivido estos hombres otrora fuertes y sanos y ahora consumidos por el tiempo: probablemente fueran unos niños cuando los nazis ocuparon Grecia y en la colina de la Acrópolis ondeó la bandera con la cruz gamada; seguramente recordarán la guerra civil que sucedió a la Ocupación y los años de misera y hambre que después llevarían a la mitad de la población a emigrar a la capital; podrían contarnos cómo vivieron el golpe de Estado de abril de 1967 y la matanza del Politécnico años más tarde, que puso fin a la Dictadura de los Coroneles... Esta gente, hecha sin duda de otra pasta, no se amedrenta fácilmente por los titulares alarmistas y tendenciosos de los medios, porque quizás lo que se avecina no les parece nada comparado con las calamidades que han venido sufriendo a lo largo de sus vidas.

Se acercan años difíciles. Nadie lo niega, pero de momento la vida sigue en Grecia, como en cualquier otra parte del mundo. La gente se despierta cada mañana deseando que la jornada laboral le sea llevadera, los estudiantes van a sus clases cargados con sus libros y cuadernos, preocupados más por ese proyecto que tienen que entregar que por los spreads, el FMI y los bonos basura... La gente sigue enamorándose, yendo al teatro o al cine, riéndose con sus amigos, indignándose con los vertidos de crudo al mar, pidiendo por algún familiar enfermo mientras encienden velas en las minúsculas iglesias bizantinas, yéndose al campo a coger flores como manda la tradición el Primero de Mayo, desesperándose porque no termina de llegar el autobús, haciendo el amor...


 La vida sigue aquí, pese al apocalipsis mediático, más o menos como en Múnich o en Burgos, siempre y cuando no le fallen a uno las fuerzas... Así que, como ya nos tienen dicho, deseémonos, ante todo, mucha salud para vivir y superar otros tantos cataclismos financieros.

Vista de Atenas desde la Colina del Filopapo el 1º de Mayo. El reguero de humo proviene de algunos contenedores que quemaron los de siempre (antisistema). Esto es lo que yo "sufro" de los altercados con que se inician los telediarios...

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