06 agosto 2018

Descargo


Hace prácticamente un año que no escribo en este blog y unos cuantos más que escribo poco o muy poco. De hecho, últimamente he pensado en cerrarlo definitivamente, pues cerrada está la etapa en que este nació. Se atribuye a Simone de Beauvoir la cita de que si pasas una semana en un país, puedes escribir un libro; si pasas un año, un artículo; pero si pasas diez años, serás incapaz de escribir nada. Algo así me pasa a mí con Grecia. Son muchas las veces que me he sentido tentado de escribir sobre muchos temas, pero el tiempo (cada vez más reducido) y la distancia (hace años que me reparto entre España y Grecia) me lo impiden. Aun así, cada vez que piso la vieja tierra helénica, siento el impulso de volver a este blog, aunque no siempre lo consiga. Y como se supone que uno de los requisitos de todo blog que se precie es la continuidad y la actualización, sirvan estas líneas tardías de excusa a sus seguidores y de descargo de quien las escribe.

Dentro de poco se cumplirán nueve años desde que decidí instalarme en Atenas; ocho desde que empecé a dar cuenta de las venturas y desventuras de esta ciudad... Además de ser una válvula de escape a cierta necesidad de narrar y comunicarme, el objetivo era doble: de un lado, hacer de cronista de cuanto sucedía a mi alrededor (que era mucho, en unos años intempestuosos: el inicio de la crisis, los primeros rescates...) y, de otro, dar a conocer aspectos (más o menos) ignotos de la cultura griega, desde la historia a la gastronomía, pasando por sus gentes y costumbres. Hoy por hoy ninguno de estos objetivos me complace. El primero, porque considero que un cronista que se precie ha de estar al pie del cañón y, por desgracia, mi situación actual me lo impide. Y dos, porque constato la fatídica ola de la gentrificación y turistifación que azota a Atenas, y todo el país, y ante la alteración de la autenticidad de este país, siento el impulso de atesorar para mí cuanto de maravilloso e inexplorado encuentro (que aún es mucho), en un intento de salvarlo del brutal turismo de masas que todo lo arrasa.

Sin embargo, soy consciente de que no soy un influencer ni nada que se le parezca, y por mucho que publicite las glorias helenas, nada de lo que escriba tendrá un efecto significativo en nada (lo cual es un alivio) y, por otra parte, el perfil de los seguidores de este blog dista mucho del perfil del turismo masivo. Al fin y al cabo, este es un blog de un filoheleno dirigido a filohelenos. Nada más. Así que, mientras sigo dándole vueltas a un nuevo enfoque, aquí estoy, dispuesto a narrar y a compartir, aunque sea un poco de lo mucho que me inspira Grecia.

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