25 enero 2015

Esperanza o miedo

Hoy la Cuna de la Democracia vuelve a celebrar elecciones (anticipadas). Las cuartas en 33 meses, lo que grosso modo nos da una media de unos comicios cada 9 meses, como un embarazo. A ver cómo se les da el parto hoy a los griegos, porque estas son cruciales. Cada vez que hay elecciones, no puedo dejar de acordarme de las que llevaron a Papandréu al poder: el pistoletazo de salida de esta interminable carrera de fondo contra la bancarrota. Así que déjenme tirar de recuerdos...


Octubre de 2009. Domingo de elecciones. Yo, recién instalado en Atenas, ya era por aquel entonces conocedor de la lengua griega, pero ignorante casi por completo del entramado político y social del país. Por puro interés cultural, y como nunca antes lo había hecho en mi tierra, me paso la tarde Stadíu arriba, Stadíu abajo, desde el stand principal de Nueva Democracia (en Síndagma) hasta el del PASOK (en la plaza Clafzmonos). Puestos ambulantes que venden banderolas con los colores del partido en cuestión, otros  con eso que los griegos llaman vrómico (sucio) pinchitos y perritos calientes―, o sea, comida "guarra". Todas las encuestas dan como favorito a Yorgos Papandréu, hijo y nieto de presidentes. Y no se equivocan. En cuanto se conocen los primeros resultados, una marea verde (el color del Pasok) se dirige desde Clafzmonos hacia la sede del partido en la calle Ipocratus, tan solo a unos minutos a pie. Y yo, con ellos.

De aquella tarde me quedan varios recuerdos imborrables: el entusiasmo incontenible de la gente, mientras seguía el recuento en una pantalla gigante colocada frente a la sede del PASOK. O laós den xejná ti simeni dexiá! (¡el pueblo no olvida lo que significa la derecha!), que hacían referencia al pasado de dictaduras fascistas que este país comparte con el nuestro. Recuerdo a Papandréu saliendo a pie de calle a saludar a sus acólitos, rodeado de su séquito, y mientras se marchaba por megafonía sonaba el Kalimera ilie (Buenos días, sol) de Loísos, himno extraoficial de los socialistas griegos. En estos cinco años en que el país parece ir a la deriva he recordado a menudo estas imágenes, especialmente en los momentos clave, como cuando Papandréu dimitió o cuando el PASOK se hundió definitivamente en las elecciones de 2012.

Las de hoy pueden ser también elecciones míticas, solo que el salvador de la patria no será un político perteneciente a las sagas familiares de la política griega, sino un joven político (40 años) al frente de un partido que, hasta hace poco, era minoritario, idealista y reaccionario. Ni tan siquiera era un partido, sino la amalgama de una veintena (!) de partidos minúsculos, con idearios afines pero no idénticos. De hecho, esto es precisamente lo que significa SYRIZA: Sinaspismós Risikís Aristerás, Coalición de Izquierda Radical; una coalición que agrupaba eurocomunistas (escindidos Partido Comunista de Grecia, si no me engaño, el único partido comunista stalinista que queda en Europa), trotskistas, maoístas, socialistas libertarios, ecologistas y un largo etcétera. En pocas palabras, un partido marginal (en el buen sentido), con un 5% de votos, mucha ideología, y ninguna probabilidad de gobernar. Hasta hoy.

El discurso del partido se ha moderado muchísimo desde que en las últimas elecciones se afianzara como segundo partido y alternativa de gobierno (algo inevitable, de otra forma su porcentaje de voto difícilmente se habría sextuplicado, como lo hizo). Tsipras ha visitado Berlín y Bruselas en varias ocasiones durante este tiempo y todo parece indicar que su llegada al poder no supondría el cataclismo que la derecha preconiza. En cualquier caso, la campaña de SYRIZA ha sido la campaña de la esperanza. Su lema, I elpida érjete ("Llega la esperanza"), remite inevitablemente a "La alegría ya viene", lema de la campaña por el no en el referéndum que impidió que Pinochet se perpetuara en el poder en 1988. Incluso comparten los mismo colores. Muchos griegos votarán hoy a SYRIZA, no porque estén convencidos (a pesar del lavado de cara, sigue habiendo  mucha naftalina en sus huestes), sino porque parece ser la única alternativa de cambio.


La otra opción mayoritaria es Nueva Democracia, versión griega del Partido Popular: derecha (más o menos tibia) aburguesada, fiel defensora del tríptico "Dios, Patria, Familia". Samarás y Rajoy tienen en común que ambos llegaron al poder gracias a la crisis, casi contra todo pronóstico. Samarás hasta ahora había pasado a la historia por su nefasta labor como Ministro de Exteriores en los noventa, al provocar una grave crisis diplomática con la República de Macedonia, que llevó a la caída del gobierno. Después de marcharse y fundar su propio partido, volvió a Nueva Democracia y, tras muchos avatares, al Mégaro Maximu, oficina del Primer Ministro, en 2012. Eso sí, necesitó pactar con el PASOK (ya hundido y fuera del juego bipartidista) y DIMAR (Dimocratikí Aristerá, Izquierda Democrática), un pequeño partido que, según todas las encuestas, no obtendrá representación en el parlamento que saldrá hoy de las urnas. La campaña del miedo puesta en marcha por diversos agentes, no sólo nacionales, sino también (y esto fue crucial) europeos, dio sus frutos y los griegos no se atrevieron a votar por el cambio. Este año, la estrategia es la misma, aunque la campaña de la esperanza parece ser mucho más fuerte. En pocas horas sabremos cuál de las dos ha calado más hondo en el corazón de los griegos.



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