11 septiembre 2014

De patria en patria

Quedan apenas quince horas. Quince horas que pasarán como si fueran quince minutos para ordenar, recoger, limpiar y hacer la maleta. Quince horas para poner al día las últimas facturas y prever las que han de venir durante las semanas de ausencia. Para dar los últimos paseos por el centro, asaltar por última vez las librerías y degustar el último suvlaki de Kostas y los últimos sorbos de freddo en la calle Aiolou. Quince horas para despedirme de mi gente bajo la promesa de un pronto reencuentro.



Atenas ha despertado, desde hace unos días, del largo y profundo letargo estival. Sin embargo, la ciudad mantiene en gran parte un ambiente ocioso; el clima sigue siendo más que agradable (a pesar de algunas tormentas esporádicas de fin de verano), las terrazas de bares y cafés están a rebosar y las representaciones y conciertos al aire libre continuarán aún hasta final de mes. Desde el Irodio (donde esta noche actúa nuestra Luz Casal) hasta el Technopolis de Gazi, pasando por la infinidad de teatros descubiertos que se encuentran en los distritos de la periferia.


Anoche tuve el placer de escuchar en directo a Haris Alexiou (la Grande Damme de la canción helena) a dúo con Tania Tsanaklidou en uno de estos teatros que parecen haber surgido de la nada. En efecto, el Céatro Vrajon (literalmente, "Teatro de las Rocas") es una estructura de acero y madera que se despliega en forma semicircular frente a un escenario situado a los pies de una inmensa roca que conforma las faldas del monte Himeto, en el distrito de Víronas. Cuando me acercaba a la entrada del recinto, volvía a sorprenderme ante la capacidad de los griegos de construir un teatro en el rincón más insospechado. Y al aire libre, bien sûr, que este país aún sigue valorando y aprovechando las excpecionales condiciones climáticas de las que goza (para muestra sólo hay que ver la multitud de cines de verano, algunos verdaderas preciosidades, que trufan no sólo Atenas, sino todos los rincones del país, incluidas las islas). 


La otra cosa que me maravilla son los puestos ambulantes de suvlakis y perritos calientes que no faltan en ninguna concentración callejera: desde los conciertos y las zonas de marcha hasta las manifestaciones. Los griegos son calofagades por definición, es decir, les gusta comer bien. Y mucho. Siempre he dicho que en este país visitar una taberna es casi tan importante como visitar sus sitios arqueológicos, y lo mantengo.


Se termina, pues, para mí el verano. Aunque continúe oficialmente hasta el día 21. Aunque muchos ya hayan deseado caló jimona! (¡feliz invierno!) a fecha uno de septiembre. Para mí el verano terminaba de facto cuando atracaba en El Pireo tras la última incursión isleña de la temporada. Este año, en cambio, terminará esta madrugada, cuando cierre con doble vuelta de llave mi apartamento del centro y coja el avión para mi otra patria. Es algo esquizofrénico repartirse entre dos países. Aun así, me siento afortunado de poder hacerlo y, sobre todo, de poder sentir de verdad que pertenezco a dos ciudades, que tengo dos patrias donde me espera gente que me quiere y que al llegar a cualquiera de las dos puedo decir, con todo lo que conlleva, "ya estoy en casa". 

Καλή σεζόν!


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