17 junio 2013

Fundido en negro

El martes por la noche el Gobierno griego decidió clausurar la radiotelevisión pública y Grecia se convirtió en el único país europeo sin televisión estatal. Las reacciones no se hicieron esperar y esa misma noche, trabajadores del ente público secundados por ciudadanos "de a pie" ocuparon los estudios centrales situados en el distrito de Ayía Paraskeví. Tanto la forma en que actuó el gobierno (decretazo ejectuado en una sola tarde, sin pasar siquiera por el Parlamento) como la empresa acometida (mordaza a un importante medio de comunicación) recuerdan los días más grises del siglo pasado.

Pancarta en los estudios centrales: ERT NOT FOR SALE (Fuente: tovima.gr)

El cierre de la ERT (Elinikí Radiofonía Tileórasi) constituye una muestra de hipocresía y autoritarismo. Hipocresía manifiesta en las palabras del ministro competente que ordenó el cierre inminente de la emisora "porque está corrupta, porque cuesta mucho, porque funciona mediante procedimientos poco transparentes". Los responsables de estos tres males que aquejan a ERT son los mismos que el martes decidieron y anunciaron con tamaña desfachatez su cierre. El sector público en Grecia apesta por los cuatro costados, cierto, pero eso no es motivo para cercernarlo. Si esta fuera la regla general, habría que cerrar la mayoría de los hospitales, los colegios, las universidades... En muchos de estos sectores, la meritocracia es, cuando menos, discutible. Pero a nadie se le ocurriría cerrar masivamente colegios y hospitales. Uno puede argüir que la televisión no es un servicio básico, como lo son la sanidad o la educación, pero el problema es que la política de austeridad que está acabando con la marca de la casa Europa, el Estado del bienestar, va carcomiendo las bases de la sociedad aniquilando lo "periférico" (cultura, servicios sociales...), a la par que envenena insidiosamente lo "fundamental" (la educación y la sanidad públicas). Por desgracia, esto no es un fenómeno exclusivo griego. ¿Cómo está España en materia de educación? ¿Cuántos padres que se formaron en aulas públicas matriculan o están pensando matricular a sus hijos en centros concertados o privados, horrorizados por los derroteros de la educación pública española? ¿Y en Grecia? ¿Cuántas embarazas dan por sentado que acudirán a una clínica privada para dar a luz porque los hospitales públicos rayan a menudo el tercermundismo? En Grecia la diferencia entre lo público y lo privado es abismal, signo manifiesto del fiasco de un Estado liderado durante décadas por políticos ineptos o corruptos o la peligrosa combinación de ambos.

¿Qué implica el cierre de ERT? Para empezar, el despido de unos tres mil trabajadores. Algunos de ellos, esos cargos "de confianza", "de dirección general" o "ejecutivos", personas que estaban cobrando barbaridades sin dar un palo al agua, sin mercer el puesto que ocupaban, pues estaban designados a dedo por los sucesivos gobiernos (PASOK, ND, alternativamente) desde tiempos inmemoriales. Curiosamente, estos partidos conforman hoy los dos tercios del gobierno que decreta el cierre, acusando a ERT de las vilezas que ellos mismos crearon. Pero sobre todo, se quedan en la calle miles de "curritos", periodistas, técnicos y todo el personal imaginable que una gran emisora de radiotelevisión necesita. El gobierno dice que a partir de octubre emitirá una nueva radiotelevisión estatal, con un cuarto de la plantilla, mucho más eficiente y transparente. Nadie sabe muy bien qué significa esto, pero parece seguro que, siguiendo la tónica del mercado laboral griego, los nuevos "currelas" de la tele pública tendrán contratos basura de quinientos euros al mes. Eso ya está pasando desde hace un año en el sector privado.

¿Qué más implica el cierre de ERT? La desaparición de, nada más y nada menos: tres canales de ámbito nacional (ET1, NET, ET3), uno digital (ERT HD) y uno internacional vía satélite (ERT World), treinta emisoras de radio (diez con base en Atenas y Salónica y una veintena repartidas por "provincias"), el sitio web del ente, la Orquesta Sinfónica Nacional y la Orquesta de Música Contemporánea (colaboradores del ente) y, sin duda lo más valioso de todo, el Archivo Digital, de libre acceso en línea hasta el martes, que compila unas 750 horas de material audiovisual que resume el último medio siglo de la historia del país, amén de un extenso archivo fotográfico. De un plumazo, el gobierno no solo priva al pueblo de elegir informarse, entretenerse, formarse a través de los canales públicos que paga con sus impuestos, sino que además veta su acceso a un archivo de inestimable valor. En otras palabras, intenta "borrar" la memoria colectiva de una nación precisamente en el peor momento desde la Ocupación Nazi y la consiguiente Guerra Civil (1940-49). Un pueblo exhausto por una austeridad mezquina, si además está desmemoriado, es mucho más fácil de doblegar y dominar. Los mayores recuerdan aún hoy los horrores de las guerras y las dictaduras. Sus hijos y sus nietos, en cambio, ¿cómo interpretarán la historia si los documentos auténticos de la época son cada vez más difícil de acceder?

Las reacciones entre la "población general" han sido de lo más variopintas. Desde los que, de repente, se declaran defensores acérrimos del ente público (aunque no lo vieran nunca, aunque hace unos meses lo tildaran de propaganda gubernamental y llamaran a sus empleados sanguijuelas del sistema) hasta los que se alegran de la caída del gigante, dejándose llevar por sus más bajos sentimientos, pues ellos han sufrido también en carne propia los rigores de la austeridad, el paro, etc. Hace poco leí que cuando se azuza a una jauría de perros enjaulados, estos, ante la imposibilidad de atacar a su hostigador, terminan enzarzándose unos con otros. Parece ser que algo similar es lo que han conseguido los últimos gobiernos griegos imponiendo la austeridad recetada por la Troika. El pueblo, en lugar de hacer piña y enfrentarse al enemigo común, se despedaza en luchas y rivalidades que lo debilitan más y más. De este putrefacto caldo de cultivo, surge Aurora Dorada. Afortunadamente no son pocos los que adoptan una postura más coherente y moderada: sí a la televisión pública, pero con control férreo, menos plantilla y, sobre todo, un sistema de contratación basado en méritos. Son los que opinan que al enfermo hay que curarlo, no ejecutarlo.

Concentración multitudinaria ante los estudios (Fuente: enet.gr)

El apagón de ERT, en cualquier caso, no ha dejado indiferente a nadie. Los griegos han visto cómo de la noche a la mañana el proyector que durante décadas creó millones de imágenes en el imaginario colectivo se apaga. El supuesto beneficio económico del cierre (habrá que ver las desorbitadas indemnizaciones que cobrarán los peces gordos de la cadena) no compensa la gran pérdida de libertad en la sociedad de la información (excelente el economista Yanis Varoufakis en su blog en inglés) y mucho menos el coste emocional que supone a la población la aniquilación de todo un símbolo nacional. 

Personalmente desconozco los índices de audiencia de ERT, aunque al parecer debían de ser bastante bajos. En cualquier caso, su programación a mí me parecía de bastante calidad, a pesar de la pauperización progresiva que he observado en la televisión griega desde que estalló la crisis. No suelo ver demasiado la tele, pero entre los canales que solía zapear se encontraban dos de los públicos. Siempre había algún reportaje de actualidad, algún documental de viajes (Balkan Express, mi favorito), algún noticiero no tan vomitivo como los de la tele privada... La programación de la televisión pública puede que no sea tan atractiva o competitiva como la de la privada, pero asegura un nivel mínimo de calidad (¿les suena eso de la "televisión educativa"?), unos contenidos más o menos garantizados que poco tienen que ver con la bazofia de la mayoría de las cadenas privadas. Hace poco leí al respecto que la televisión pública, como cualquier otro servicio público (hospitales, colegios, transportes...), no tiene que ser rentable, no tiene que producir beneficios a toda costa, sino prestar un servicio a la sociedad (para eso pagamos impuestos, para construir una red básica de solidaridad ciudadana). Pongamos por ejemplo España, cuya programación televisiva es muchísimo más lamentable que la griega. ¿Qué les parecería que cerrara RTVE (con todos los organismos a ella asociados) y nos quedarámos solo con los jorgejavieres, las belenes, los granhermanos y las series yonquis (que, al parecer, es lo que preferimos los españolitos)? Nadie duda que los informativos públicos son tendenciosos, ¿pero acaso no lo son los de las privadas? ¿No pertenencen los canales a grandes grupos multinacionales cuyos tentáculos llegan a todos los medios posibles de comunicación e información escrita o audiovisual? Si nos niegan la información de los canales públicos, por "aliñada" que pueda estar, nos están cerrando el abanico de medios que podemos cotejar para formar nuestra opinión propia.

Fuente: naftemporiki.gr

Curiosamente, un día después del cierre de ERT desapareció mi mando a distancia. Como el descodificador (ese aparato del demonio) no tiene botones, me quedé atrapado en un canal privado durante veinticuatro horas, hasta que el susodicho apareció en el sitio más insospechado. Por lo menos, me consolaba, se ha quedado en el canal donde veo una de mis series favoritas (una reposición de hace más de una década, no se crean) y ahora que no hay ERT, no me puedo estar perdiendo nada del otro mundo... Aun así, durante esas veinticuatro horas, empecé a echar en falta programas de otras cadenas que solo sintonizo muy de vez en cuando (la MTV algunas mañanas, un concurso tonto a la hora de cenar...), y me indignaba cada vez más sólo de pensar que se me había impuesto de facto una programación, un canal único. Curiosamente lo mismo que el gobierno acaba de hacer a los griegos; con la diferencia de que ha suprimido un bien común, parte de su patrimonio audiovisual. Peligroso precedente para el resto de países que están en la cuerda floja, entre ellos, España. De aquí a una nueva forma de fascismo de Estado me temo que hay un paso.
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