16 noviembre 2012

La muerte como salida (o la Psicología de la Resistencia)

Es viernes por la mañana. Atenas se ha despertado bajo un cielo gris, como de hormigón, y con la vista fija en el horizonte, pienso en la muerte. No tanto influido por el día, sino por el artículo con el que hoy acompaño mi café mañanero que dice que los casos de suicidio en Grecia han aumentado un 40% en el primer semestre de 2012, en comparación con el año anterior. Con todo, el país sigue estando a la cola de la tasa de suicidos a nivel mundial y son países idílicos, como los escandinavos, los que siguen en cabeza. Este dato vuelve a demostrar, especialmente en esta época en que parece que los mediterráneos menospreciamos más que nunca nuestra tierra, nuestra historia, nuestros valores, que en todas partes cuecen habas y que en el norte habrá más "calidad de vida" (así, en abstracto), pero algo oscuro deben de esconder las entrañas de esa tierra, porque si no, no se explica...  

Continúo rumiando este interesantísimo artículo (dejo el link aquí, para los que sepan griego), horas después de leerlo, porque, a diferencia de las noticias en prensa, deja a un lado números y  estadísticas, en la medida de lo posible, para analizar el caldo de cultivo en que se producen estos suicidios. Carga las tintas en los sentimientos y el estado de ánimo de los griegos (los casos de depresión se han triplicado en el último trienio) y transmite, al fin, un mensaje desdramatizador y alentador. Las crisis siempre han formado parte de la vida del hombre, y no nos referimos sólo a crisis económicas, sino también a las guerras, cataclismos, dictaduras... El problema de esta "guerra ecónomica" en que está inmersa Grecia, a diferencia de un conflicto bélico convencional, radica en que a los ciudadanos no pueden siquiera consolarse con la idea de la victoria. Es como si los griegos no tuvieran derecho a la esperanza, sentimiento imprescindible de todo pueblo en mitad de una contienda.

En las guerras convencionales está claro quién es el enemigo y quién el aliado; aquí se lucha contra un enemigo invisible e inidentificable. Ni siquiera los aliados sobre el papel (la UE, la Troika) se sienten como tales entre la población civil. Se diría, pues, que los pueblos del sur de Europa están luchando, sin apenas armas y con los griegos en primera línea de combate, contra una fuerza oscura que nadie sabe de dónde viene ni cómo se desplaza, pero que parece imparable. Con este panorama, no es de extrañar que cada vez más personas se hayan quitado la vida. Son, en su mayoría, personas indefensas o que pertenecen a los grupos más "vulnerables": jubilados con pensiones bajísimas, parados, personas ahogadas por las deudas... Cualquiera que haya visto una buena película o leído un libro sobre alguna guerra real sabe que no eran pocos los que preferían el suicido antes de caer en manos del enemigo. Parece que la muerte autoimpuesta, tanto entonces como ahora, es una de las cartas que el ser humano baraja en situaciones de miseria, opresión, violencia o esclavitud.

Pero vayamos al mensaje desdramatizador, que es lo que nos interesa, lo que necesitamos para salir adelante; mi intención al escribir este post no es hacer leña del árbol caído ni meter el dedo en la llaga ajena, sino todo lo contrario. En el artículo se recoge un concepto que, sin saberlo, ya había abrazado hace meses, no porque sea muy listo, sino porque en su momento me contagié yo también del desánimo, ese fantasma negro que la crisis siembra en la sociedad, hasta que un buen día decidí hacerle frente. Los psicólogos lo llaman "psicología de la resistencia"; yo hasta ahora lo llamaba instinto de supervivencia animal. Basta ya de llorar nuestra desdicha (que, bien mirado, no es tan grave, ya que, como decía el bueno de Murphy, ¡mañana puede ser peor!). Basta de buscar subterfugios victimistas para no hacer lo poquito que está en nuestra mano para aliviar el dolor colectivo, para salir adelante. Esta crisis es un desafío más de la vida que debemos aprovechar para conocernos mejor, para sacar fuerzas de flaqueza, para alejarnos del demonio del egocentrismo onanista alimentado por  el consumismo desaforado, para volver a sentir que somos personas, no consumidores, y que nos necesitamos los unos a los otros. Y todo esto, además, disfrutando del camino, disfrutando de la única vida que tenemos. La psicología de la resistencia es, en palabras del psicólogo Apóstolos Sabaziotis, "la aceptación de una determinada realidad, no para someternos a ella, sino para enfrentarnos a ella y transformarla". Es comenzar la revolución por uno mismo y su entorno. Es negarse a ser un muerto en vida.

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