25 julio 2012

Amorgós (2): Azul infinito

La más oriental de las Cícladas ha sido para mí una revelación: rocosa, árida, escarpada, a la deriva entre las islitas conocidas como las Pequeñas Cícladas y el lejano Dodecaneso, cuesta creer que ésta fue una de las islas donde antes brotó la civilización cicládica hace cuatro mil años. Es como si Amorgós hubiera cumplido ya entonces con la Humanidad y hubiera decidido en lo sucesivo entregar sus montes desnudos a las cabras que campan a sus anchas por toda la isla. Sin embargo, tras este aspecto estéril e inhóspito se ocultan rincones mágicos que la hacen única entre sus vecinas del archipiélago.
Sobre la bahía de Eyiali, los pueblecitos blancos salpican aquí y allá los riscos pardos que dibujan el horizonte. Tholaria, construida junto a las ruinas de la antigua Eyiali, es uno de los asentamientos cicládicos más entrañables y puros, especialmente cuando el sol poniente tiñe sus encaladas casas de un rosa pastel en mitad de un ocaso geométrico.

En la accidentada costa sureste, engastado en un descomunal acantilado de pendiente casi vertical, se erige el Monasterio de la Virgen Hozoviótisa. Cuenta la leyenda que en el siglo XI llegó a la costa una barca a la deriva que transportaba un icono de la Virgen. Se cree que el icono fue lanzado al mar por unos monjes en Hozova, en Tierra Santa, para salvarlo de los iconoclastas.

Llegar hasta el monasterio es toda un proeza, sobre todo para quienes padecen de vértigo, pues el único acceso bordea el acantilado, subiendo más y más hasta alcanzar los 300 metros sobre el mar.

Una vez arriba, la vista es espectacular y del monasterio emana un aura pacificadora que todo lo envuelve. Sólo tres monjes quedan en las cincuenta celdas excavadas en la roca. Uno de ellos, regordete y bonachón, nos pasa a un cuartito lleno de retratos de obispos, monjes y héroes nacionales de la Revolución (helenismo y ortodoxia, esos dos conceptos inseparables aún hoy). Allí nos ofrece lukumi de rosa y un vasito de psimeni (aguardiente con miel y especias), la bebida típica de Amorgós.


El tiempo parece haberse detenido para siempre en estos habitáculos entre la piedra vieja y el azul infinito, cielo y mar. 
Y con él también cualquier preocupación.
 
 



1 comentario:

  1. Qué decir para no repetirme, bre Miguelakos? Sólo a través de tus palabras eres capaz de transmitir la belleza de la isla sin haberla visitado aún; pero si además las acompañas de estas fascinantes fotografías, es inevitable setir como se me eriza el vello hasta llegar al final del artículo.Felicidades

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