07 julio 2012

Poesía y luna

Hace un par de años, en el mítico plenilunio de agosto, la única noche del año en que los sitios arqueológicos de toda Grecia se abren al público y se inundan de música y danza, me quedé sorprendido al redescubrir la potentísima luz de la luna llena en el raso cielo estival. Hace unos días volví a sentir algo similar, aunque ráfagas de luz eléctrica de coches y farolas salpicaban la ciudad, durante el recital de poesía y música organizado por el Ayuntamiento de Atenas en la céntrica plaza Klafzmonos, aprovechando el fin del ciclo lunar.

Fueron muchos los poetas, algunos veteranos de renombre, que participaron en el acto, así como músicos y cantantes, entre ellos Eleni Tsaligopoulou, una de las mejores voces femeninas del país. Además del destello azulado y perenne que iba desplegándose sobre la avenida adyacente conforme la luna se alzaba sobre los tejados, me sorprendió la numerosa presencia de público de todas las edades y, a juzgar por las vestimentas, todas las tribus urbanas.

Confieso que no aguanté más de un par de horas el plantón y que llegado a un punto el declamar de versos en la lengua de Homero me dejó exhausto, incapaz de procesar más figuras y metáforas. No obstante, quisiera compartir aquí dos momentos que marcan el recuerdo de esta velada: las consoladoras palabras referidas al desencanto vital de los griegos de hoy con que el poeta Titos Patrikios concluyó su intervención: la poesía da respuesta a cuestiones que no se han planteado todavía; y los últimos versos de la canción "Pequeña patria" (Mikrí patrida) en los labios de la Tsaligopoulou:


Nunca hice largos viajes,
viajó mi corazón, y eso me basta,
por sueños y sentimientos líquidos
hasta respirar el mundo oculto.

Mi viaje más largo fuiste tú,
tú fuiste la noche, el sueño del día,
mi pequeña patria, mi cuerpo y mi principio,
mi tierra, mi aliento y mi aire.

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