30 junio 2011

Sueño de una noche de verano

Escenario de lujo: el del Estadio Kalimármaro con la Acrópolis de fondo
El mármol de las gradas del milenario Estadio Panatenaico aún desprenden el calor acumulado durante el día cuando da comienzo la ceremonia de apertura de los XIII Juegos de Verano Special Olympics Atenas 2011. Los Special Olympics son el gran desconocido del sello olímpico y no reciben demasiada atención mediática, ya que no reúnen a deportistas de élite, sino a personas con discapacidad psíquica de más de cien países que compiten en una veintena de deportes. Se celebran cada cuatro años, como toda olimpiada, y su fundadora fue Eunice Kennedy, la hermana del célebre presidente de los EEUU.

Siete años después, Grecia vuelve a albergar un evento deportivo a gran escala y la situación no puede ser más desigual, tanto por la discreta acogida de una sociedad divivida (¿es este momento para fiestas?) como por la gravísima situación económica. Sin embargo, la ceremonia de apertura se desarrolló, como cabría esperar, bajo un halo de magia y fantasía, sin lujos excesivos, pero con todos los ingredientes de toda ceremonia que se precie: desfile de atletas, izado de bandera, actuaciones estelares (Steve Wonder, Vanessa Williams), juramento olímpico y la llegada al estadio de la Llama de la Esperanza, que presidirá el estadio durante el desarrollo de los Juegos.
La Llama de la Esperanza arde en el pebetero

 Tres cosas llamaron poderosamente mi atención:

Uno. La retirada a última hora del presidente Papandréu del programa, después del abucheo descomunal que dedicaron a su doble en el ensayo general. Los griegos no están para fiestas ni mucho menos para olimpiadas, aunque sean especiales, habida cuenta de que una parte considerable de la deuda pública que asfixia al país se originó en la organización de los Juegos Olímpicos del 2004, cuya abultada cuenta (engordada, cómo no, por no pocos chanchullos) aún pagan los contribuyentes.

Dos. La gran diferencia en cuanto al número de participantes de los diferentes países como indicador económico y sociocultural. Quedé muy sorprendido cuando la numerosísima delegación australiana hizo su entrada triunfal. Me llamó la atención ver tantísimos atletas venidos de la otra punta del mundo, mientras que otros países mucho más cercanos apenas enviaron un puñado de atletas. Desgraciadamente, aparte del muro de la discriminación, las personas con incapacidad psíquica encuentran también el muro de la economía; no es lo mismo ser un niño down en EEUU que en Egipto, Guatemala o Níger. La delegación española, una de las más numerosas, recibió una cálida acogida y no eran pocas las banderas rojigualdas que se agitaban en la grada este.

Tres. La digna puesta en escena que reunía una gran variedad de elementos culturales helenos, desde la solemnidad de las composiciones instrumentales de Hatzidakis hasta la representación del retorno de Ulises a Ítaca (narrado con los célebres versos de Cavafis) y cuantas aventuras encontró en el camino, como alegoría de los obstáculos que las personas con discapacidad psíquica han de afrontar y superar a lo largo de su vida. 

En los días que corren puede parecer ridículo que los griegos sigan sintiéndose orgullosos de su país, su patrimonio artístico y su bagaje cultural, mucho más rico y variado de lo que muchos imaginan, y de hecho, en el día a día el sentimiento más extendido aquí es una mezcla de impotencia, rabia, pesimismo y, ante todo, un heroico estoicismo que sólo los pueblos que han sufrido mil y una desdichas a lo largo de su historia saben adoptar. Fue una noche de ensueño y esperanza, un oasis de fantasía e ilusión en medio de la tempestad de altercados y protestas en que se ha vuelto a sumir el país.

Los músicos rompen sus instrumentos de barro como símbolo de las barreras que quedan por romper 
para la integración total de las personas con discapacidad

La delegación griega cierra el desfile de participantes
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