21 junio 2011

Destellos y sombras

Esta primera noche del verano por fin encuentro la tranquilidad y el ánimo para sentarme un rato a la fresca, dejando que mi mirada y mis pensamientos se pierdan en el horizonte. La Atenas urbana no puede considerarse ni mucho menos bonita, pero como todas las ciudades, las noches de verano cobra un encanto misterioso y sosegado que de algún modo la embellece. Desde mi balcón observo la transitada (también de noche) avenida Singrú que une en kilométrica línea recta el centro con el mar. Ese bramido ahora quedo pero incesante de los coches me recuerda que esta ciudad nunca duerme. Mi mirada se posa en la gran farola de tres focos que ilumina el puente sobre un cruce de carreteras a distinto nivel y me pregunto adónde irán todos estos coches a estas horas de la noche... con la que está cayendo.

Y la que está cayendo no es ni más ni menos que la espada de Damocles sobre su país. De un año a esta parte aquí no se habla de otra cosa que de economía, pero especialmente estas últimas semanas la situación se ha vuelto insostenible. Tanto se ha amenazado a los griegos con la bancarrota para justificar las asfixiantes medidas económicas impuestas durante los últimos meses que al final el pueblo parece haberse vuelto indiferente y no son pocos los que van por ahí clamando la bancarrota y el borrón y cuenta nueva, aunque habría que ver de qué tipo de cuenta se trata... Lo que está claro es que no se puede abusar de la gente hasta la extenuación y asustarla como a niños pequeños, como si la bancarrota fuera el hombre del saco.


No sé si será por el vínculo emocional que me une a este país desde hace años, o porque dentro de poco se cumple un bienio de mi llegada a Atenas, o porque comprendo, escribo y me comunico diariamente en su lengua, pero me he dado cuenta de lo fácil e injusto que resulta hablar ex cathedra y realizar juicios de valor cuando se ven las cosas desde fuera. Hace unos días, en mi afán por contrastar puntos de vista de dentro y fuera de Grecia, me leí tres o cuatro artículos que, para mi sorpresa, encontré en la portada principal de la edición electrónica del diario El Mundo. Los artículos los firmaba una enviada especial a Atenas y destaco esto porque me parece muy importante: un enviado especial no es un corresponsal. El corresponsal trabaja, goza y padece en el país donde se le destina, viviendo el día a día casi como un ciudadano más. El enviado especial coge un avión, se da un paseo por la ciudad para luego escribir su crónica desde su habitación del hotel. No vive la realidad del país, no interactúa con su gente, no padece ni goza de nada de lo que allí sucede.

Solo esto puede explicar el tono sarcástico, casi cínico, de esta enviada especial sobre los muchos y escandalosos hábitos que han llevado, junto a otros factores, a Grecia al borde del abismo. Pero lo que esta señorita (cuyo nombre no voy a nombrar, porque nos importa un carajo) olvida es que al hablar de "Grecia" o "los griegos", no estamos hablando de ganado ni de colonias de hormigas, sino de millones de seres tan humanos y tan respetables como ella misma, cuya realidad cotidiana poco o nada tiene que ver con los tejemanejes macroeconómicos y cuyos sueños y ambiciones son tan insignificantes a gran escala que serán pisoteados (de hecho, lo están siendo ya) por la apisonadora capitalista (bancos, mercados, gobiernos... muchas son sus caras) ante su mirada impotente e indefensa. 

Muchas son las cosas que hay que cambiar en Grecia. ¡Por supuesto! Lo digo yo el primero, que las veo cada día y empiezo a sufrirlas (aunque de otro modo) como habitante (circunstancial, de momento) de este país; pero lo que no se puede hacer es adoptar una actitud tan poco solidaria, tan soberbia e insolente, especialmente cuando se escribe para un medio español, porque aunque sigamos creyéndonos que somos harina de otro costal, lo cierto es que nuestra querida España va a la zaga de Grecia (muy distanciada, gracias a Dios, de momento), con nuestros cinco millones de parados, con nuestros diecisiete pseudo-estados entrampados, con nuestras señorías levantinas blindadas en sus escaños por encima de lo divino y lo hurtado, y nuestros caciques andaluces robando a manos llenas a base de subvenciones o prejubilaciones, con nuestros miles de kilómetros de costa sistemáticamente violados por el cemento, el ladrillo y la corrupción impune... y nuestra economía sumergida, que haberla, hayla y poco tiene que envidiar a la griega...

Pues eso, que no basta con mirar la paja en el ojo ajeno, que eso es lo fácil (y sí, también lo que vende) y para eso ya está la prensa populista alemana. Que hay que pensar dos veces lo que se escribe (aunque sea en El Mundo) antes de hacerse el graciosillo a costa de toda una nación que se sustenta sobre un entramado social tan parecido al nuestro, que lo que hoy pasa aquí mañana podría pasarle a nuestro vecino, nuestro tío o nuestro hermano. Debe de ser porque me he integrado completamente entre estas gentes y por la forma en que me han acogido que me siento como si me hubieran mentado la madre y eso es algo que sólo puede hacer un hijo en momentos de enojo y que no se le permite a nadie más.

Todo esto andaba pensando viendo el subir y bajar de los coches por la avenida, 
llenando la noche de fugaces destellos 
bajo una luminosa luna rota. 

Feliz Verano a todos.

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