15 junio 2011

Manifestación a la griega


Hoy, 15 de junio de 2011, Grecia vuelve a quedar hemipléjica gracias a una nueva huelga generaloide que básicamente seguirán  los que pueden (funcionarios y estudiantes) y sufrirán el resto de trabajadores que se las ven y se las desean para llegar a su lugar de trabajo. Porque, por mucho que digan en la tele, una huelga general en Grecia poco tiene que ver con lo que entendemos en España. 

En primer lugar, el adjetivo "general" aquí se limita casi exclusivamente al sector público. (¡Pues vaya una huelga general!, pensarán algunos; eso mismo digo yo). Además, en Grecia se convocan y desconvocan huelgas y manifestaciones sin ton ni son, no de ahora, sino de siempre, porque aquí cada uno pide lo suyo (de ahí las absurdas y contraproducentes huelgas de todos los sectores de hace unos meses) y eso ha creado una "subcultura de la manifestación" (de la que carecemos en España) que hace que se desluzca el espíritu límpido y puro que se le presupone.

Aquí el resultado de la manifestación ya se sabe de antemano: concentración a media mañana siempre en los mismos puntos del centro y siempre por separado (tanto es así que casi podríamos hablar no de una sino de varias manifestaciones, pues cada partido/sindicato sale por su cuenta); marcha al Parlamento, que espera a los manifestantes forrado de antidisturbios, y una vez allí, lluvia de piedras y botellas (y todo lo arrancable del mobiliario urbano); gases lacrimógenos y mucha, mucha policía (como cantaba Sabina) dando palos a diestro y siniestro. Al final, las manifestación no habrá servido de nada (como siempre).

Si la batalla campal se extiende a las calles aledañas (algo más que probable si están los anarquistas/antisistema de por medio) después veremos piedras y palos desperdigados aquí y allá, papeleras arrancadas de cuajo, escaparates rotos, sucursales bancarias manchadas de pintura y los zócalos de mármol de la boca del metro Panepistimio destrozados.

Además, los participantes de las manifestaciones, como personajes de las tragedias clásicas, siempre se repiten: los manifestantes cortantes y mondantes son el coro, gritan sus cánticos, pero ahí acaba su papel; los violentos (antisistema), encapuchados con sus pasamontañas, se dedican a tirar cócteles molotov a la policía y básicamente a arrasar con todo lo que se encuentran a su paso; los sindicalistas/cabecillas de la manifa (que probablemente acabarán poniéndose las botas en alguna taberna o mezedopolío del centro); los antidisturbios (los malos malísimos, acusados de ir a la manifa a provocar y a buscar camorra y no a mirar por el orden público y la seguridad de las miles de personas concentradas en el centro); y por último, mi favorito: los parakratikí (parapoliciales), supuestos policías de paisano que, fingiendo ser manifestantes, atacan a la policía y crean altercados para que éstos tengan el terreno libre para cargar contra la multitud. No quiero decir que no existan estos "parapoliciales", pero la afición de los griegos a las conspiraciones es tal que este tipo de cosas conviene ponerlas en cuarentena antes que creérselas a pies juntillas).

Hoy se repite la historia, con ligeras variaciones, y sin ninguna consecuencia aparente, lo que da más mérito aún a los Aganaktismeni (los "Indignados" griegos)  que, como en la Puerta del Sol, siguen noche tras noche concentrándose frente al Parlamento, de forma tan pacífica como implacable.
IMÁGENES: ELPAIS.COM y ELMUNDO.ES

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