10 julio 2011

El vals de los sueños perdidos

Con esta obra del genial Manos Hatzidakis como acompañamiento a una de las magníficas coreografías que se pusieron en escena en el Estadio Kalimármaro, Atenas clausuró esta semana los Special Olympics. La ceremonia, mucho más sencilla que la de inauguración y aun así mucho más bonita y elegante, me hizo pensar, una vez más, lo mal que se vende este país... y así le va. Podría con gusto extenderme sobre los diferentes números, algunos de un gusto exquisito, que compusieron la ceremonia en un estadio Panatenaico a medio llenar a causa del elevado precio de las entradas, a sabiendas de que los griegos han pasado olímpicamente de estas Olimpiadas, valga la redundancia.


Como dije en el post anterior, los griegos no están para fiestas y no han visto con buenos ojos que el Estado se haya gastado un dinero que no tiene en organizar un evento de este calibre. Quizá esta haya sido la razón, sumada al hecho de que la entrada a todas las competiciones era libre, por la que la Organización no se tomó la más mínima molestia en promocionar los Juegos y animar a la gente a llenar los estadios. Sólo las semanas previas al inicio empezaron a verse carteles publicitarios por las calles y anuncios en la televisión pública, además de alguna que otra intervención en programas de actualidad.

Sin duda esto explicaría en parte el porqué de esta absurda discreción (¿qué sentido tiene organizar un campeonato para que no lo siga nadie?). Sin embargo, yo voy más allá. Como extranjero, siempre me ha llamado la atención la poca (poquísima) gente con discapacidad de cualquier tipo que se ve por la calle. Que nadie se deje engañar por el elevado número de participantes griegos en estos Juegos, este país tiene completamente olvidadas y marginadas a las personas con discapacidad, ya sea física (sólo hay que fijarse en la pésima accesibilidad en aceras y semáforos, autobuses o edificios) o psíquica (simplemente no se ven, como si no existieran). Al parecer en anteriores ediciones la afluencia de público había sido muy superior. En Shanghai 2007 creo que llegaban autocares con jubilados a los estadios, mientras que en Dublín 2003 los estadios se llenaban, lo cual no me extraña en absoluto: los irlandeses les llevan años luz de ventaja a los griegos en cuanto a respeto a la diversidad y apoyo a las personas con discapacidad.

Sea como fuere, los que tuvimos la suerte de seguir alguna de las competiciones sabemos que con público o sin él todo esto mereció la pena y mucho para los verdaderos protagonistas, los atletas llegados de todo el mundo que lo dieron todo dentro y fuera de los estadios, dándonos una lección de superación  y cariño, y que vivieron un sueño que nunca olvidarán. Me da muchísima pena, porque Grecia ha perdido una oportunidad de oro para sensibilizar y despertar a una sociedad donde aún hay gente que admite abiertamente que "no puede" ver a "estas personas", en una muestra de insensibilidad y, sobre todo, aberrante ignorancia medieval.

Personalmente, me consuelo pensando en lo afortunados que fueron los cerca de doce mil voluntarios y todas las personas que estuvimos presentes durante esos diez días de poder compartir y participar del sueño de estos extraordinarios atletas, un sueño que se esfumó con la Llama de la Esperanza en el pebetero del Kalimármaro, pero que seguro perdurará en nuestros corazones.
M. Theodorakis: Las cometas


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