02 septiembre 2012

Epílogo del verano

Domingo soleado de septiembre. El centro histórico de Atenas rezuma vida gracias a un tropel de turistas que, recién desembarcados de sus cruceros, pasean por las calles, entran y salen de las tiendas de souvenirs y comen y beben en las terrazas de cafés y tabernas. El tiempo, una delicia: un cielo de azul impoluto se extiende sobre los tejados de los edificios y las copas de los árboles, que se mueven con parsimonia a merced de una brisa fresca e incesante. Me siento en un café en una agradable plazuela cerca de Monastiraki, el kilómetro cero del turismo de la ciudad. Esta Atenas del turista es ciertamente sólo una pieza de un gran rompecabezas, pero no por ello se reduce a un espejismo para turistas. Es más, cuando los atenienses empiezan a despotricar sin piedad de su propia ciudad, siempre les digo que su visión variaría considerablemente si incorporaran un poco de esa Atenas turística a su día a día. Así, por ejemplo, hoy me he sentado en un café que podríamos considerar bastante turístico por su ubicación y del que hasta ahora siempre había pasado de largo. En verdad, como me temía, la diferencia entre la calidad y el precio del café es más acusada que en las cafeterías que suelo frecuentar. Sin embargo, el emplazamiento sigue siendo óptimo y por primera vez reparo en la plaza llena de árboles de hojas de verde intenso (rara avis en el centro moderno), las elegantes terrazas de los locales colindantes y la ausencia casi absoluta de cualquier ruido de tráfico. La plaza, lejos de ser bulliciosa, es testigo de un goteo incesante de viandantes: turistas "armados" con cámaras profesionales, trípode y teleobjetivo al hombro, parejas cogidas del brazo, grupos de amigos en su salida dominical. Extranjeros y griegos.

Es el epílogo del verano, una tregua en plena adaptación al entorno urbano, una pequeña prórroga de la despreocupación estival que acompaña a las vacaciones. Sé que el invierno acecha, que se acercan tiempos difíciles e intento no dejarme embaucar por estos cantos de sirena, pero el mantener la guardia no implica necesariamente negar la parte positiva y los placeres cotidianos del momento que vivimos, que siguen siendo muchos e intensos. Porque sería de necios obcecarse en lo mal que están las cosas y lo que te rondaré morena, desperdiciando estos filones de energía y vitalidad de la que habremos de nutrirnos durante los días y las noches del invierno duro que nos espera.

1 comentario:

  1. Qué nostalgia! Y pensar que ayer a estas horas, más o menos, paseaba por esa plaza como una turista más...aunque yo no me sienta así, claro.
    Buen inicio de mes también para ti y hasta pronto.
    Filakia

    ResponderEliminar