15 febrero 2012

Cuando el pueblo se pronuncia

Que nadie se lleve a engaños. La manifestación del domingo en Αtenas fue con toda probabilidad la más numerosa de la historia de este país. Los medios abundaron en la idea de destrucción y delincuencia y no era para menos, pues el panorama era en verdad espectacular. Sin embargo, al establishment, al Poder (y, por ende, al Capital, que es, al fin, quien a día de hoy gobierna Grecia) le interesa que se propaguen estas imágenes, corriendo así una cortina de negro humazo sobre lo realmente clamoroso de la jornada: que el pueblo griego rechaza de plano este nuevo "rescate", mostrando una vez más su repulsa al gobierno de coalición impuesto (no electo). Y no solo en Atenas: hubo concentraciones en casi todas las ciudades del país. Extrañamente, en el caso de la capital, no hay datos oficiales sobre el número de manifestantes ni tampoco los medios han puesto especial énfasis en la cifra, que oscila entre 80.000 a casi un millón (!). Yo estuve allí y lo vi con mis propios ojos: ya no es que la plaza Syntagma estuviera a reventar (a pesar de que la policía gaseara literalmente al personal, desde bien temprano y sin razón alguna), sino que cientos de miles de personas rebosaban literalmente por calles y callejas, hasta alcanzar la plaza de Monastiraki por el oeste, la Puerta de Adriano por el sur... y hasta aquí puedo contar, porque me fue imposible avanzar más.

Debo insistir en el uso indiscriminado y criminal de sustancias químicas por parte de la policía contra miles de personas que se manifestaban pacíficamente. Las imágenes hablan por sí solas y el Colegio Médico lo ha denunciado como un atentado contra la salud pública. Los que conozcan Atenas se llevarán las manos a la cabeza si les digo que ya a las seis de la tarde (es decir, horas antes de que los violentos entraran en escena), los gases lacrimógenos se olían desde el monumento a Lisícrates y casi toda Plaka. Un disparate. Pero claro, según se comenta, la policía había recibido órdenes de desalojar a toda costa las inmediaciones del Parlamento, no sea que el mundo se entere de que se está mercadeando con el futuro del país y el de sus ciudadanos delante de sus narices y en contra de su voluntad.
En cuanto al fin de fiesta, el espectáculo pirotécnico con mascletà de molotov y gran cremà, es cuanto menos extraño que estos grupos de violentos encapuchados se salgan siempre con la suya; que manifestación tras manifestación arrasen impunemente con todo cuanto encuentran a su paso y que su entrada en escena (nunca faltan) conlleve la dispersión de los manifestantes, que corren para salvar el pellejo. Esta vez, además, parece que estaban muy bien organizados y los destrozos han sido muchísimoo más graves. No es desconocida ni repudiada, aunque sí políticamente incorrecta, la tesis de que los encapuchados son colaboradores de la policía, que tiene así la coartada perfecta para actuar libremente y disolver a las masas. Admito que a mí esto me parecía muy retorcido; pero el tiempo pasa y se acumulan las vivencias (como el penoso enfrentamiento que prensencié en vivo y en directo el pasado octubre) y ya solo sé que, si no están orquestados por la propia policía, es seguro que ésta se sirve de aquéllos para iniciar un juego, una farsa, un estúpido y peligroso pilla-pilla, un jackass en directo a costa del mobiliario urbano y la seguridad de los ciudadanos. Obviamente no son todos provokátores (policías infiltrados), pero a la policía (al Estado, en suma) le conviene que campen a sus anchas y resten legitimidad a la concentración masiva de pacíficos ciudadanos.

Sé que esta tesis conspiratoria de policía que reprime y disuelve manifestaciones democráticas, en vez de velar por el orden público, extrañará a muchos, pero no son pocas las fotografías y vídeos comprometedores que circulan por internet. Además, no podemos olvidar que en la brevísima historia del Estado griego (apenas dos siglos) fue el pueblo el que destronó y exilió no solo a su primer monarca (Otto I, importado de Baviera, curiosamente), sino también al último (Constantino ΙΙ, hermano de la Reina Sofía) y un encierro de centenares de estudiantes en el Politécnico (que acabaría en masacre) puso en jaque a la Dictadura de los Coroneles, el 17 de noviembre de 1973. Si en Grecia los dictadores hubieran muerto en sus camas y los reyes hubieran hecho y deshecho sin que nadie les pidiera cuentas, igual el Gobierno no temería tanto las concentraciones masivas de ciudadanos. Y que conste que no estoy insinuando nada.

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