17 noviembre 2011

La gran evasión

Livadiá es un hermoso pueblo de piedra situado en la margen del río Erquina, en la provincia de Beocia. El pasado fin de semana tuve el inmenso placer de asistir a un seminario organizado por la biblioteca de este remanso de paz a menos de dos horas de la mastodóntica Atenas. No se me ocurría una excusa mejor para huir no solo del ruido del tráfico rodado de la urbe, sino también del chirriante ruido del tráfico de información, de esa información aliñada con buenas dosis de morbo y alarmismo que tanto gusta a los medios del siglo XXI.

Huimos, pues, a la naturaleza para hablar de algo tan poco cuantificable como es la literatura. El seminario corre a cargo de un escritor griego, que hasta los treinta y tantos apenas había abierto un libro, condenado a sobrevivir desde niño en unas circunstancias terribles: a los 9 años pierde a su padre cuando éste es ejecutado por las tropas alemanas; su madre es enviada a un campo de concentración; él trabaja desde los doce años en la construcción hasta que décadas más tarde emigra a Estados Unidos, huyendo de la Dictadura de los Coroneles. Allí comienza a escribir y hasta finales de siglo no volverá a Grecia, consagrado como escritor. Este frío y lluvioso sábado de noviembre refiere brevemente su histora, a petición de los presentes, sin el más mínimo rastro de rencor en su mirada, acaso con un atisbo de sonrisa amarga que sólo puede provocar admiración.

Personalmente me admiro, además, de ver la excelente biblioteca pública de Livadiá (los adjetivos "público" y "excelente" son difícilmente combinables en este país): una biblioteca enorme y moderna y limpia y bien equipada para una población de unos 20.000 habitantes, que organiza todo tipo de actividades, como un club de lectura que se reúne mensualmente, talleres para ampliar la versión griega de la Wikipedia y seminarios gratuitos como el de hoy. Durante unas horas consigo evadirme de la martilleante (y ya cansina) actualidad, hasta que oigo algo que me devuelve al duro suelo en que se encuentra este país: la biblioteca, que depende directamente del Ministerio de Cultura, no ha pagado el último recibo de la luz por falta de fondos, consecuencia directa de los recortes que el Gobierno griego está llevando a cabo desde hace más de un año como parte del mecanismo de rescate.

Y aun a riesgo de parecer demagogo, al ver la amarga sonrisa de este hombre de letras, comprendo mejor que nunca a esa gran parte de la población griega que cree ver por segunda vez en menos de un siglo cómo su país está a punto de ser destruido a manos de sus propios dirigentes y desde una supuesta legalidad por la concupiscencia de aquellos que hace setenta años lo intentaron con tanques y bombas. Porque esa es la cruda realidad, aunque no se diga.



5 comentarios:

  1. Me gustan mucho las imágenes de Atenas que seleccionas así como tus textos. Creo que reflejan muy fielmente la atmósfera y el alma ateniense. En cuanto a los de islas y mar en general, sirven para que al lector se le haga la boca agua y desee conocer esos parajes.
    Montserrat.

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  2. Si lees este comentario, dime cómo puedo hacerme
    "miembro seguidor" con el Google Friend.
    Gracias.
    Montserrat.

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  3. Muchas gracias por tus comentarios. La verdad es que no tengo ni idea de cómo funciona el Google Friend, pero te animo a hacerte seguidora en Facebook. Gracias y buenas noches desde Atenas.

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  4. Me gusta lo de la "mastodóntica Atenas"! Para mí, Atenas es una ciudad "encantadoramente cutre", sobre todo si paseamos por las calles adyacentes a la Αγορά, ya sabes, Αθηνάς, Ευριπίδου κτλ. Pero tiene tanto encanto!!!!

    En cuanto a la segunda parte de tu texto, sí, "aunque no se diga", pero Pedro Olalla en nuestro canal 33 (programa Singulars, que supongo has visto) lo dejó también más que claro. Y ciertamente es una vergüenza!
    Montserrat/Atenea, como prefieras.

    Ah, y ya estoy en lo del Friend!!!

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  5. Escribí este poema el año pasado, en Soúnion.
    ¿Qué te parece? (No sé si lees el catalán con facilidad; si no es así, lo siento.


    ARQUETIP


    A Soúnion no s’acaba el món, però ho sembla.
    Harmonia feta marbre, i el mar
    als peus, que para una catifa al temple.
    La llum inunda les columnes
    i el blau del cel és un llençol de tafetà amorós
    que embolcalla l’indret.
    El vent respecta l’únic arbre
    rostit, posat a prova i ferm.

    Quan cau la tarda,
    el sol s’amaga rere l’estol d’illes
    i, en posta encesa d’un vermell violent,
    trasmuda el cel en immens mantell càlid.
    No hi ha remors però hi ha presència,
    i em trobo assimilada aquí
    com una peça més de l’harmonia
    intemporal i eterna.

    No sé si aquest paisatge sap que hi sóc,
    però m’hi sento menys en fals
    que davant teu.

    Montserrat
    (Soúnion, 6-XII-2010)

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