21 octubre 2011

La vergüenza

No puedo encontrar otra palabra para describir lo que ha ocurrido en Atenas en estas dos jornadas de huelga general. Son muchas las que se me agolpan en la mente, pero parece que todas se quedan cortas para definir una situación confusa y compleja.

Vergüenza, acompañada de un profundo pesar, es lo que sentí al ver en directo y por televisión cómo los encapuchados antisistema de siempre atacaban a un grupo de sindicalistas, convirtiendo la hasta entonces pacífica manifestación en una auténtica lluvia de piedras y la plaza de Síndagma en un campo de batalla (donde encontró la muerte un hombre de 53 años), ante los ojos de una policía inexplicablemente impasible.

Vergüenza y miseria es lo que trae consigo la última vuelta de tuerca que representa esta nueva ola de recortes que probablemente sea la última, por letal, a un pueblo que se asfixia: reducción de hasta un 40% de las ya muy recortadas pensiones, despido de unos veinte mil funcionarios públicos, rebaja del salario mínimo, eliminación de los convenios laborales, imposición de un nuevo impuesto sobre la propiedad a través de la factura de la luz, rebaja del umbral de exención fiscal a los 5.000 € anuales...

Vergüenza y estupor sentí al observar anteanoche en directo y desde una posición privilegiada en la mítica plaza de Monastiraki la absurda y cobarde no-actuación de los antidisturbios ante un grupo de quince o veinte antisistema, limitándose a gasear toda la zona sin miramientos, asfixiando a los viandantes (incluido un servidor) que simplemente pasaban en ese momento por las inmediaciones de la plaza, mientras dejaban a un puñado de niñatos violentos arrasar con todo lo que encontraban a su paso llegando incluso a saquear un pequeño comercio.

Vergüenza, al fin, y desolación es la imposición del caos más absoluto en la cuna de la Democracia, que vuelve a arder esta noche de otoño, víctima de la intransigencia, el incivismo y la estulticia de un puñado de cobardes con capucha, quienesquiera que sean, que no están a la altura de la historia milenaria y el legado excelso de un pueblo sin par que ahora agoniza.

Policía, gases y molotov el miércoles por la noche en Monastiraki (Foto: Louisa Goulamaki - AFP)

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