Y se hizo la luz.
Y el sol volvió a fundirse perezosamente sobre las terrazas de los edificios
y de pronto la Ciudad volvió a bañarse de ocre
y el ocaso nos dejó un horizonte de pétalos de rosa.
Y un año después, un día cualquiera, ya caída la noche, volvió a sorprendernos con su fresca brisa
y su perfume a azahar.
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