28 abril 2011

Lo mejor de Oriente y Occidente

Milhojas
De mis visitas y breves estancias en Grecia, mucho antes de mudarme a Atenas, fui atesorando diversos recuerdos sensoriales, olores y sabores aletargados en algún rincón de mi cabeza que de pronto revivían cuando el estímulo adecuado los activaba. Así, como la magdalena de Proust, los condimentos de un bifteki, la pastosidad del sésamo y la miel o la amarga espuma de un refrescante frappé hacían que se agolparan en mi mente los recuerdos de veranos pasados bañados por el sol. Sin embargo, no fue hasta hace unos meses cuando, un día cualquiera, en una calle cualquiera de esta inmensa mole urbana, descubrí, para mi sorpresa, un nuevo elemento de esta anamnesis olfativa que hasta ese momento había permanecido oculto: el penetrante olor a canela y azúcar, que con una sola inspiración activa los mecanismos cerebrales que ordenan la salivación inmediata. A apenas una decena de metros, haciendo esquina, me esperaba una de las muchas y exquisitas confiterías que salpican no sólo Atenas, sino toda Grecia.

Siropiastá
 Y es que lo prometido es deuda, y no podíamos dejar pasar un día más sin hablar de la excelente repostería de este país, que nada tiene que envidiar a la del resto de Europa; más bien diría yo al contrario, pues aquí se funden la tradición pastelera europea con la oriental, aderezadas con el toque típico de la tierra y un mimo en la preparación, que si se aplicara en otros ámbitos, éste sería un país mucho mejor. En efecto, para los "dulzólatras", la visita a una pastelería griega es obligatoria, porque aquí, el dulce es el protagonista por sí solo, no queda supeditado al café ni se le considera mero acompañante de este. El dulce es la estrella de la tarde y no resulta en absoluto extraño acompañarlo simplemente de un vaso de agua fresca que, como bien saben los que han tenido la suerte de dejarse caer por aquí, es lo primero que te plantan en la mesa en cafés bares y tabernas, siempre, claro está, cortesía de la casa.



Chocolatinas
Me resulta dificilísimo dar cuenta de la extensísima variedad de tartas, pasteles y pastas que se pueden (y deben) degustar en las confiterías de esta ciudad, pero no puedo dejar de mencionar: los exquisitos milhojas que nada tienen que envidiar a los franceses, los sublimes siropiastá (pastelillos de pasta filo y frutos secos, bañados en sirope) y en especial el baklavás, los bizcochos, ya sean los borrachos (de diferentes sabores: sokolatópita de chocolate, karidópita de nueces...) o el ternísimo tsureki (muy típico de Pascua), sin olvidar la interminable variedad de chocolatinas rellenas, con sus vistosísimos envoltorios plateados (amén de los dulces navideños, de los que ya hablamos en su momento). Era mi intención dar un par de direcciones para orientar al visitante, pero de verdad el nivel de la repostería helena es tan alto que casi cualquier confitería le dejará más que satisfecho. Así pues, prefiero dejar que sea el cálido olor a canela y azúcar quien lo asalte cuando menos se lo espere, en la calle más mundana, guiándolo a estos
recónditos museos de la delicia.

¡Feliz tentación!

Tsureki
Baklavás 

2 comentarios:

  1. Po, po, po...ya estoy salivando!!!!
    Qué buena pinta que tiene todo. Reserva una tarde de junio, sobre San Juan, que nos comeremos uno de esτos!
    Como siempre Miguelakos, me dejas sin palabras pero con un buen sabor de boca.
    Καλή σας όρεξη!
    Φιλάκια

    ResponderEliminar
  2. Magnífico artículo!! Qué ganas entran de empacharse!!

    ResponderEliminar