13 diciembre 2010

Noches pónticas

Es con diferencia la noche más fría desde que vivo en Atenas. Son las once y media de la noche y aunque la nieve dejó de caer hace unas horas, el viento cortante como una cuchilla coge una velocidad vertiginosa en la interminable e inhóspita avenida Pireós, que une el centro con la ciudad portuaria de El Pireo. En este tramo de la carretera sólo hay grandes naves industriales, la mayoría de ellas en estado de abandono, y de la nada surge el edificio del Kortsopon. El Kortsopon es uno de los muchos locales con música tradicional en directo y (cómo no) baile: esa forma de diversión intrínsecamente griega.

El local es una inmensa cabaña de madera y en su interior alberga, además del escenario y una pista de baile cuadrangular, medio centenar de mesas donde la gente beberá, comerá, presenciará la exhibición de baile y finalmente se unirá a este, participando así activamente de la gran fiesta. Esta noche me siento privilegiado, pues soy invitado de la Sociedad Póntica del distrito de Ayía Varvara, al oeste de la ciudad.

Los griegos pónticos (o pondios a secas, como se conocen en griego) merecen un post exclusivo, pero para contextualizar la noche de hoy, me limitaré a decir que son una comunidad griega asentada desde hace miles de años en el litoral sur del Mar Negro (actualmente, parte del Estado turco). La historia de los pondios se parece tristemente a la de los armenios, pues ambos pueblos fueron víctimas de genocidio a manos de los turcos, si bien el genocidio póntico no está reconocido oficialmente (entiéndase por EEUU) y sea aún hoy un tema controvertido. En la actualidad, se calcula que de los once millones de habitantes que posee el Estado griego, unos dos millones son pondios, etnia helénica y cristiana ortodoxa con su propio dialecto (más cercano al griego clásico que el griego moderno estándar), tradiciones e historia. Lo más evidente esta noche son sus bailes, que en nada recuerdan a los "típicos" bailes griegos a los ojos de un extranjero.
 
Esta noche me siento especialmente afortunado, no sólo porque mis anfitriones se deshagan en atenciones y me hayan acogido como uno de ellos (hasta me atreví con el más sencillo de los ochenta bailes pónticos existentes), sino porque soy testigo de una reunión entrañable y festiva, donde gente de todas las edades y condiciones, que viven desperdigados y mezclados en esta voraginosa amalgama de pueblos y gentes que es hoy Atenas, se dan cita para rendir homenaje a las tradiciones heredadas de sus ancestros, que se resisten a olvidar, y el amor a una tierra, a una nación (el Ponto) que otrora fue suya y que ya no existe ni existirá,. Una nación que aún sobrevive en cada nota de la lira o el taúl, en cada verso sobre el amor, el desamor y la nostalgia de la Madre Patria y, sobre todo, en las generaciones venideras de pónticos, cualquiera que sea su ciudad o país de nacimiento.

3 comentarios:

  1. El baile del segundo video se parece mucho al "kolo" serbio!

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  2. qué guay miguel, muy bonito el artículo !
    otra vez que me sorprendes con tu mirada crítica y sensible a la vez, has pillado los sentimientos exactos... pués has visto lo más profundo del mundo de la tradición eh ??
    la verdad es que los pondios son muy majos y listos, digan lo que digan.
    y sus bailes impresionantes! parece casi imposible que uno llega a bailar esto, los bailes que van rápido sobre todo.

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  3. Que grande Migue! que forma de narrar! te propongo desde ya para la lonely planet y ...quien sabe si para corresponsal de algún medio de comunicación??? lo veo claro!
    ya mismo te tenemos por aquí! opa!

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