29 junio 2010

A los pies de una roca

Hace poco me preguntaron por enésima vez qué me había traído a Atenas y volví a responder lo de siempre: lo mismo me pregunto yo casi todos los días. Esta respuesta, aparentemente una ocurrencia más de las mías e interpretada como tal por mi interlocutor, que suele echarse a reír, es, sin embargo, una verdad simple y desnuda. Y por más que me hago la pregunta, no logro dar con ninguna respuesta convincente. Atenas no es la joven promesa de Berlín ni la grandeur de París ni la ciudad de las oportunidades de Nueva York... Tampoco es la joya oriental de Estambul ni el caos de El Cairo ni el exotismo de Pekín... Y sin embargo a veces se parece un poquito a todas a la vez. No es Europa ni es Asia y quizá sea esa encrucijada milenaria, piedra angular de lo que somos hoy, la que hace de ella una ciudad con un aura mágica, decadente y embriagadora, lejos de la ostentación y la vanagloria de muchas de nuestras metrópolis contemporáneas...   Y todo esto a los pies de una Roca Sagrada. Que se dice pronto.


En la foto, la terraza del bar Bios y su impresionante vista. Puede que no sepa muy bien qué me ata a esta ciudad, pero en noches como esta solo sé que no podría estar en ningún otro lugar.

1 comentario:

  1. ¿Cómo se puede describir con nostalgia y casi con añoranza la ciudad en la que estás viviendo en ese mismo instante???
    Me muero de ganas de tomarme algo en esa terracita...ya me quedan pocos días para pisarla y que empiece mi aventura griega jeje!

    ResponderEliminar