14 junio 2010

Nada es para siempre


Como si no lo supiéramos, pero hay días en que conviene recordarlo...
El verano ha hecho su entrada triunfal a principios de junio. De fondo, la creciente preocupación por el incierto futuro económico ya no sólo de los griegos, sino de todos los europeos. Para abstraerse un poco y sobre todo para relativizar, nada mejor que dejarse caer por el muy in bar Bios, en el centro de Atenas; no subiremos a su fabulosa terraza (de eso ya hablaremos otro día). Esta vez nos quedamos en la planta baja, pero sin quitar ojo a la calle. Durante algo más de una hora, y en el marco del Festival de Atenas, la vanguardista compañía de teatro Omada Blitz recrea con nosotros los últimos días del Mundo. A través de la cristalera del local y gracias a unos auriculares de frecuencia inalámbrica asistimos en directo a la gran debacle, que tiene lugar fuera, en la calle, convertida en un escenario infinito con el denso tráfico de vehículos y transeúntes que se cuelan sin saberlo en la función.  Indiferencia, miedo, euforia, incertidumbre, ingenuidad, amor, soledad, nieve y hasta una lluvia de pompas de jabón... Todos los sentimientos y sensaciones se suceden en apenas una hora, en que todo ocurre a un ritmo cada vez más vertiginoso, más impactante e hipnotizador, hasta tal punto que nos olvidamos por completo de todo, del endemoniado calor de la sala, de nuestras miserias cotidianas que en ese momento nos parecen tan nimias...
Nada es para siempre. Ni nuestras tremendas preocupaciones. Ni las noches de verano. Ni siquiera el Universo.

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