Si nos dejáramos la nevera de casa llena de comida y nos ausentáramos durante unos meses el resultado, a la vuelta, no podría ser otro que la podredumbre de frutas y verduras, la putrefacción del pescado otrora fresco, ahora mohoso, y la descomposición de aquella pechuga de pollo que palidece infestada de toxinas. En nuestra ausencia, ya fuera por placer o por necesidad, los hongos y las bacterias aprovecharon la ocasión para expandirse, reproducirse y perpetuarse a costa de la materia prima que almacenábamos en nuestra nevera, donde la atmósferaes ahora irrespirable. Algo parecido ha sucedido en la clase media urbana de Grecia, en
general, y en particular, en el centro de Atenas. Mucho ha llovido desde
la celebración de las Olimpiadas de 2004, en que la ciudad se engalanó y
se modernizó para convertirse en el centro del mundo durante unas
semanas.
Desde entonces, el centro de la ciudad ha sido abandonado a su suerte tanto por el Gobierno central como por su propio Ayuntamiento, convirtiéndose en un caldo de cultivo idóneo para que sucediera lo que ha sucedido: un altísimo índice de inmigrantes, gran parte de ellos sin papeles ni trabajo; una densa red de narcotráfico y prostitución, que hacen y deshacen a sus anchas ante la pasividad policial; y hordas de vagabundos drogodependientes condenados a deambular, mendigar o robar para conseguir su dosis del día. A esta situación, que ha ido agravándose paulatinamente, hay que sumar el empobrecimiento repentino en los últimos dos años de la clase media que aún sobrevivía en esos barrios conflictivos, víctima de los planes de austeridad impuestos por la Troika.
Desde entonces, el centro de la ciudad ha sido abandonado a su suerte tanto por el Gobierno central como por su propio Ayuntamiento, convirtiéndose en un caldo de cultivo idóneo para que sucediera lo que ha sucedido: un altísimo índice de inmigrantes, gran parte de ellos sin papeles ni trabajo; una densa red de narcotráfico y prostitución, que hacen y deshacen a sus anchas ante la pasividad policial; y hordas de vagabundos drogodependientes condenados a deambular, mendigar o robar para conseguir su dosis del día. A esta situación, que ha ido agravándose paulatinamente, hay que sumar el empobrecimiento repentino en los últimos dos años de la clase media que aún sobrevivía en esos barrios conflictivos, víctima de los planes de austeridad impuestos por la Troika.
Para los que conocemos bien la situación cotidiana en Grecia, los
resultados de las elecciones no han sido ninguna sorpresa. Desde hace
meses es palpable la desesperanza, que no desesperación, del pueblo
griego. Los dos grandes partidos (PASOK y Nueva Democracia) se han
hundido (más el primero que el segundo, pues fue en sus manos donde
explotó la bomba), puesto que son ellos los principales responsables de
la descomposición y la ruina del país. Estos fueron, además, socios de ese gobierno de salvación nacional (presidido por Papadimos, por obra y gracia de la Troika), junto con el LAOS, un partido de la derechona rancia, que no sólo se ha hundido, sino que se ha esfumado (ha perdido los 15 diputados que tenía en el Parlamento). Todos los demás partidos (extrema izquierda y extrema derecha), que han subido en número de votos, tienen una cosa en común: todos están en contra del "memorándum" firmado con la Troika, cada uno en grado y por motivos diferentes. El mensaje del pueblo griego es inequívoco: ya basta. Esta sucesión de "rescates" lo ha puesto contra las cuerdas en tan sólo dos años y los augurios no son nada halagüeños, sino todo lo contrario. El tratamiento de choque no ha funcionado y el paciente agoniza.
Sólo así puede explicarse (sumando una buena dosis de estupidez, mezquindad y bajeza humanas, que suelen aflorar en momentos difíciles) lo que a todas luces es una contradicción y un sinsentido: que en un país que
sufrió en carne propia las atrocidades de los nazis durante la II Guerra
Mundial (echen un vistazo a la Masacre de la Kalávrita)
se permita concurrir a las
elecciones a personas antidemócratas que tienen pendientes con la
justicia causas tan graves como pertenencia a banda armada o asesinato,
y, lo que es peor, se les vote. ¿Pero acaso no fue también un sinsentido que Papandréu firmara el catastrófico "memorándum" con la Troika sin tan siquiera consultar al Parlamento (del pueblo
ya nos olvidamos) o que ésta impusiera un primer ministro
Papadimos para encabezar un gobierno de salvación nacional que no había sido refrendado por el pueblo? Los griegos
llevan meses, años ya, sufriendo y penando, manifestándose en la calle y gritando al mundo, mientras sus gobernantes hacen oídos sordos a sus gritos y deciden, da la impresión, a sus espaldas. Ahora, desamparados y sin más
ambición ni ilusión, son víctimas del odio y la radicalización, las bacterias y
las toxinas que amenazan a la Democracia cuando el pueblo se siente
abandonado.
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