Con la llegada de la primavera, una Atenas engalanada con árboles en flor y perfumada de azahar reúne a grupos de amigos que, a pesar de las circunstancias, deciden rendir tributo al sol, en la infinidad de terrazas de bares y tabernas que salpican la ciudad. Me uno yo también a este deshielo anímico tras un largo y crudo invierno y me reencuentro con personas que, por los azares de la vida urbana moderna, acentuados por la desgana derivada de esta crisis, llevaba meses sin ver. Cada una de ellas arrastra a la mesa del café su propio testimonio de cómo ha cambiado su vida en el último año.